La elección de Nadia Calviño como presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI) es, sobre todo, una gran noticia para ella que consigue, por fin, marcharse de España. No hay duda de que tenía un firme compromiso con el proyecto de Sánchez, como se pudo comprobar con sus anteriores intentos de regresar a un cargo chollo en Europa. A nadie le interesa el dinero, dicho irónicamente, pero multiplica por cinco su sueldo. El sistema europeo se sustenta en compensar los cargos entre los diferentes países. Por ello, ganamos a Calviño en el BEI y perdemos, de momento, que Madrid pueda ser la sede de la Autoridad de la Unión Europea para la lucha contra el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo (AMLA). No importa, porque se trata de una autonomía y una capital que son desafectas al sanchismo. Por supuesto, no creo que podamos mantener en el futuro las vicepresidencias del BCE y de la Comisión Europea que ostentan, respectivamente, Luis de Guindos y José Borrell.