Ha comenzado la campaña. ¡Por fin! Sánchez está desesperado y ha decidido plantearla como un plebiscito. Me gusta cuando le escucho hablar de una España libre de corrupción, cuando es el líder del partido que protagonizó algunos de los mayores escándalos desde la Transición como Filesa, los fondos reservados, la minería, los ERE… La lista es interminable. Hemos asistido a la conversión de los Falcon en el servicio de aerotaxis privado de La Moncloa. La colonización de las instituciones y del sector público, para colocar a amiguetes ha sido espectacular. Estos cuatro años ha gobernado desde el autoritarismo democrático, que podría parecer un contrasentido, pero no lo es. Ha sido a golpe de real decreto, como ningún presidente lo había hecho, y con el apoyo de comunistas, independentistas, antisistema y filoetarras. Sánchez explica los datos de empleo como si fueran el resultado de una brillante gestión, cuando son la consecuencia del espectacular endeudamiento que ha asumido España para hacer frente a las crisis pandémica e inflacionaria. No hay duda, el sanchismo es la fórmula mágica que necesita el mundo para progresar.