Todo indica que Sánchez y su equipo harán una lista de fieles, algo habitual en un escenario en el que existe el riesgo de perder el poder, mientras ministros y altos cargos corren presurosos a jurar fidelidad al líder para encontrar un hueco. Otros, como ha sucedido en circunstancias similares, están en modo supervivencia, ya que perderán el cargo. Por ello, llaman a puertas y, dicho irónicamente, actualizan el currículum. En la estrategia de victimización que ha emprendido el PSOE y la enorme injusticia de que titanes de la gestión pública hayan perdido las elecciones, quieren incluir a los mediocres presidentes caídos como cabezas de lista en sus respectivas circunscripciones. Entre ellas se encuentra la balear Francina Armengol, cuyo nacionalismo catalán le hubiera permitido encajar mejor con Puigdemont o Junqueras. Hay otros que pueden seguir sus pasos. No está mal convertir el grupo socialista en el Congreso en un cementerio de elefantes y fieles sanchistas. Por supuesto, Sánchez descubrirá que serán sus más duros e inmisericordes críticos si pierde el poder. Lo mismo sucederá con los neosanchistas mediáticos que ahora le exaltan y que le menospreciaban cuando era solo era el secretario general del partido. Es la vida.