La mañana de Pascua comienza con algo desconcertante: la piedra ya no está. Nadie vio cuándo se movió. Nadie oyó cómo sucedió. Pero el milagro ya había ocurrido.
En este episodio reflexiono sobre cómo Dios también obra así en nuestra vida: en lo oculto, en lo inesperado, en silencio. Y cómo, muchas veces, cuando regresamos al lugar del dolor… descubrimos que la piedra ya fue removida.
Termino con una oración al Cristo resucitado, pidiéndole la gracia de confiar, incluso cuando no entendemos.
Señor Resucitado,Tú que venciste la muerte en silencio,enséñanos a confiar en Tu poder discreto.En el amor que no presume, pero transforma.En la gracia que actúa sin ser vista.
Danos fe para esperar sin desesperar,esperanza para creer sin pruebas,y alegría para anunciar lo que el mundo no entiende:que la tumba ya no tiene la última palabra.Que la piedra… ya no está.
Amén.