Practicar en grupo es una experiencia valiosa. Compartes energía, motivación y conexión. Pero cuando creas una práctica personal, algo más profundo ocurre: dejas de mirar hacia fuera y comienzas a mirar hacia dentro.
Y en ese momento, el yoga deja de ser algo que haces… y se convierte en algo que vives, porque te acompaña en cada momento.
Y saber conectar así con tu Ser esencial, en un mundo que nos arrastra constantemente hacia fuera, es un acto radical de libertad.