Bien dice el viejo y conocido refrán, al que madruga, Dios le ayuda. Esta máxima a veces se aplica en el fútbol, siempre tan impredecible y loco, tan loco como ese hombre, que, en un anochecer en Japón, pero iniciando el día en Argentina, perdió la cabeza y no tuvo cordura, lo dejaron suelto y unos hombres de blanco, como si fuesen médicos, lo tuvieron que perseguir por un campo abierto, pareciendo una huida de un manicomio, donde él solo le causaba estragos a su rival. En una noche asiática, un loco madrugó y los tomó dormidos, arrebatándoles el título de campeones del mundo.