En un contexto judaizante, en el que los fariseos continuaban pretendiendo que la salvación venía de la observancia de la ley de Moisés, Pablo opone la fuerza vivificante del Espíritu, que es el que da vida, incluso a la misma Ley. Esto, aunque parecería lejano a nosotros, es de gran actualidad pues todavía nos encontramos con hermanos que piensan que el cumplimiento de la "ley", al margen del Espíritu, les dará vida.
Y así, por ejemplo, tenemos hermanos que van a misa, no por encontrarse con el Señor y por alimentarse de la palabra de Dios y del cuerpo y la sangre del Señor, sino simplemente porque está mandado en la ley de la Iglesia: "Asistir a misa los domingos". Esto hace que se busque el mínimo, pues, en todo lo que no hacemos por amor o bajo la influencia del Espíritu, buscamos siempre hacer el mínimo: se llega lo más tarde posible, o se busca el lugar en donde no haya o que la homilía sea muy breve para poder "cumplir"; así con el precepto.
Por ello, san Pablo dice: "La letra mata, pero el Espíritu es el que da vida". Te invito, por tanto, a dejar que sea el Espíritu, el mismo amor, el que inspire todas tus acciones, para que tus obligaciones sean hechas con alegría, buscando dar siempre el máximo y lo mejor de ti, sobre todo con Dios y con tu familia.
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