A menudo, Dios usa nuestras relaciones para moldearnos, afinarnos y enseñarnos lecciones sobre su gracia. Cada vez que elegimos perdonar, renunciar al egoísmo y priorizar la unidad, reflejamos el amor incondicional de Cristo.
Por otro lado, al distanciarnos, corremos el riesgo de aislarnos espiritualmente. El enemigo siempre buscará dividir, sembrar resentimiento, envidia, pleitos entre los hermanos y apartarnos del cuerpo de Cristo, porque sabe que somos más vulnerables cuando estamos solos.