Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.
Había una vez un ejecutivo que en una de sus vacaciones había alquilado una bella casa en una playa. El hombre que siempre había vivido en una ciudad se maravilló de la belleza de la playa y había tomado la resolución de salir a caminar junto al mar todas las mañanas.
Con placer se levantaba temprano y camina unas cuantas millas para luego regresar y descansar en el balcón que daba a la playa. Estas si que eran vacaciones, aunque el en su interior debía confesar que en algunos momentos extrañaba el ruido y el trajín de la ciudad. No en vano había vivido tantos años allí.
Después de estar varios días en la casa de la playa, vio que una tormenta se acercaba y efectivamente durante la noche los vientos y la lluvia cayeron sobre aquella región y el mar enfurecido retumbaba cuando las olas morían en la playa. El resguardado en su casa simplemente se encerró a leer sin preocuparse y a revisar algunos correos electrónicos que le habían llegado a su cuenta empresarial.
Al día siguiente, tal y como se lo había propuesto, se levantó temprano y vio que habiendo pasado la tormenta de la noche, aquel mal enfurecido estaba ahora totalmente calmado. No había ninguna ola y era casi un lago. Sin embargo, la tormenta que había levantado las olas había dejado la playa llena de toda clase de vida animal y vegetal. Había pedazos de madera, sargazos, pequeñas rocas, conchas marinas y en especial cientos o miles de estrellas de mar.
El ejecutivo en su caminar se cuidaba de pisar estos desechos de la tormenta y en especial evitando pisar las duras y espinosas estrellas de mar. Contrariado de ver su bella playa tan sucia simplemente maldecía la tormenta.
En su recorrido matinal vio como un hombre corría en la playa, se agachaba recogía algo y luego acercándose al mar arrojaba lo recogido en el mar.
Intrigado apuro el paso para ver de cerca que recogía el hombre, y al acercarse vio que el hombre recogía una estrella de mar y llevándola cuidadosamente en sus manos, entraba un poco en el mar adentro y la depositaba con cuidado.
Luego sin prestarle atención siguiera a el que lo observaba, tomaba otra de las miles y miles de estrellas que habían sido expulsadas por el mar durante la tormenta y repetía las mismas acciones una y otra vez.
El ejecutivo parado allí, simplemente no podía creen lo que hacia aquel hombre. Simplemente pensaba que debía estar loco.
Pero por simple curiosidad se acercó y le dijo.
Hombre cuénteme que hace usted.
El hombre sin detenerse mientras llevaba en su mano otra estrella de mar en sus manos le contesto.
Acaso no es claro lo que hago, estoy recogiendo las estrellas de mar que están varadas en la playa y las regreso al mar para que no mueran al sol del medio día.
El ejecutivo simplemente sonrió y dijo.
Ciertamente, pero no se da cuenta usted que lo que esta haciendo usted es inútil. No ve que alrededor suyo y mío hay miles y miles de estrellas. Le puedo decir que lo que esta haciendo no tiene mayor impacto en la vida en las miles de estrellas de mar que hay hoy en la playa
El hombre miro de arriba abajo a su interlocutor y mientras daba unos pasos adicionales dentro del mar y se agachaba le dijo.
Yo no se si no tendré impacto en las otras miles de estrellas, pero en la vida de esta estrella en particular si.
Y aquel ejecutivo cuando regreso a su empresa contó como en uno de los días de vacaciones paso horas y horas recogiendo estrellas de mar y depositándolas en el mar.