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Había una vez, en lo profundo de los bosques de Islandia, un grupo de elfos encantadores que vivían en armonía con la naturaleza. Eran conocidos como los "Lumos", y se decía que poseían una belleza mágica y una sabiduría ancestral.
Los Lumos eran seres diminutos, apenas del tamaño de un niño, pero su presencia iluminaba los rincones más oscuros del bosque. Vivían en pequeñas casas hechas de musgo y piedra, cuidadosamente ocultas entre los árboles del bosque.
Este bosque era diferente a cualquier otro, ya que estaba lleno de magia y misterio en cada rincón. Sus árboles altos y majestuosos susurraban secretos antiguos y sus hojas brillaban con tonalidades brillantes y vibrantes.
En el corazón de este bosque encantado vivían seres mágicos de todo tipo. Había hadas que bailaban en los rayos de luz filtrados por el dosel del bosque, y sus risas cristalinas llenaban el aire. Los duendes traviesos escondían tesoros y jugaban bromas alegres a cualquier visitante incauto. Y los lumos sabios y serenos, con sus vestiduras brillantes, protegían el equilibrio y la armonía del bosque.
Entre los Lumos había una joven elfa llamada Elara, conocida por su dulzura y curiosidad. Elara tenia su cabello plateado y sus ojos que brillaban como las estrellas en el cielo nocturno. Elara tenía la capacidad de comunicarse con todos los seres del bosque y su voz resonaba dulcemente en el aire. Siempre anhelaba explorar más allá de los límites del bosque, pero los otros elfos le advertían que había peligros ocultos en el mundo humano.
Un día, mientras Elara estaba explorando, tropezó con un joven humano llamado Erik. A pesar de ser muy diferentes, sus ojos se encontraron y sintieron una conexión instantánea. Erik quedó asombrado por la belleza y la gracia de Elara, mientras que ella encontró en él una amabilidad y un espíritu aventurero.
A lo largo de las estaciones, Erik y Elara se encontraban en secreto, compartiendo historias y aventuras. Erik contaba cuentos de su mundo humano, mientras que Elara le enseñaba sobre la magia oculta en los bosques y la importancia de respetar la naturaleza.
Pero un día, las noticias de su amistad llegaron a los oídos de los demás elfos. Temiendo que la relación entre un elfo y un humano perturbara el equilibrio entre ambos mundos, se llevaron a Elara de vuelta a su hogar y prohibieron cualquier contacto con los humanos. Sin embargo ella se había enamorado de Erik y desoyendo las advertencias de los ancianos elfos escapaba de las rocas y cuevas que les servían de refugio y salía a encontrarse con el humano Erik.
Una noche, mientras la luna llena iluminaba el bosque, Elara y Erik descubrieron que algo extraño estaba sucediendo. Los animales del bosque se comportaban de manera inusual y los árboles emitían suspiros de tristeza. Pronto descubrió que una malvada bruja había lanzado un hechizo oscuro sobre el bosque, robando su magia y sumiendo todo en la oscuridad ya que miles de enredaderas comenzaron a subir por los arboles formando un tejido que ensombrecía el bosque y amenazaba con hacer morir los arboles y la vegetación.
Erik sabía que tenía que hacer algo para salvar el bosque encantado. Con valentía y determinación, se adentró en lo profundo del bosque, siguiendo el rastro de la malvada bruja. En su camino, se encontró con las hadas, duendes y elfos que habían perdido su brillo y esperanza. Decidido a recuperar el bosque, se paró en uno de los pocos claros que aún quedaba y tomando un cuerno de cabrero que siempre llevaba consigo, lo toco tan fuerte que su sonido retumbo por cada rincón del bosque. El sonido atrajo a todos los seres mágicos del bosque.
Una vez reunidos los encomendó a una labor titánica. Deberían entre todos limpiar el bosque y las aguas de