1 Samuel 10: Corazones transformados por el poder de Dios.
1 Samuel 10:1-9 RVA2015:
Entonces Samuel tomó un frasco de aceite, lo derramó sobre la cabeza de Saúl y lo besó diciéndole: —¿No te ha ungido el SEÑOR como el soberano de su heredad? »Hoy, cuando te hayas apartado de mí, hallarás a dos hombres junto al sepulcro de Raquel en Zelzaj, en la frontera de Benjamín. Ellos te dirán: “Las asnas que fuiste a buscar han sido halladas. Y he aquí que tu padre ha dejado de lado el asunto de las asnas y está preocupado por ustedes, diciendo: ‘¿Qué haré acerca de mi hijo?’”. »Cuando sigas de allí más adelante y llegues a la encina de Tabor, saldrán a tu encuentro tres hombres que suben a Dios en Betel, llevando uno tres cabritos, otro tres tortas de pan y el tercero una vasija de vino. Después que te hayan saludado, te darán dos panes, los cuales tomarás de sus manos. De allí irás a la colina de Dios donde está el destacamento de los filisteos. »Sucederá que cuando hayas entrado en la ciudad, allí encontrarás a un grupo de profetas descendiendo del lugar alto, precedidos de liras, panderos, flautas y arpas; y ellos profetizando. Entonces el Espíritu del SEÑOR descenderá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos; y serás cambiado en otro hombre. »Y sucederá que cuando te hayan acontecido estas señales, haz lo que te venga a mano, porque Dios está contigo. Después descenderás antes que yo a Gilgal. Y he aquí que yo descenderé hacia ti para ofrecer holocaustos y sacrificios de paz. Espera siete días hasta que yo vaya a ti y te indique lo que has de hacer. Aconteció que cuando Saúl volvió la espalda para apartarse de Samuel, Dios le transformó el corazón; y todas estas señales se cumplieron aquel día.
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El llamamiento de Saúl fue muy especial; ya vimos cómo Dios lo atrajo hacia el profeta para que Saúl recibiera la misión que Dios le daba para que sea rey de Israel. Aquí vemos cómo fue ungido por el profeta. La unción representa la presencia de Dios sobre el ungido, dándole toda autoridad ante el pueblo; por eso era llamado el ungido de Dios.
Al ser ungido, el profeta le anunció que Dios iba a llenarlo con su Santo Espíritu, y que su vida sería transformada totalmente. Literalmente, ¡el profeta le dijo que él sería transformado en otro ser! Su forma de pensar, de actuar, de vivir cambiaría. Además, le estaba afirmando que en ese momento Dios lo iba a guiar; y todo lo que él se propusiera, Dios lo iba a respaldar.
Es más, aquí leemos que el corazón de Saúl fue transformado. Sus emociones, sus deseos, sus anhelos estaban enfocadas en cumplir la voluntad de Dios.
Algo similar ocurre hoy en día con aquellos que permiten que el Espíritu de Dios los llene. Cuando buscamos a Dios de todo corazón, en ese momento el Señor nos cubre, nos satura, y el efecto que vemos en nosotros es que las actitudes humanas negativas, nuestros defectos, y las áreas oscuras de nuestras vidas comienzan a ser transformadas, moldeadas y disipadas ante el poder y la luz del Espiritu del Señor.
Dolores, malas experiencias, traumas, resentimientos y temores son sanados cuando permitimos que el Señor continúe obrando en cada uno de nosotros. Inseguridades, miedos, y ansiedades comienzan a mermar y a perder el poder sobre nuestras decisiones. Dios desarrolla en nosotros el dominio propio para controlar los momentos explosivos de ira y enojo, y para ser fuertes ante la tentación que todos los días enfrentamos.
Permite que el poder de Dios transforme tu corazón a uno que le agrade. Deja que Dios entre y llene cada rincón de tu hogar llevando paz y seguridad a cada miembro del hogar.
Para esto es necesario que tú primero busques ser lleno del poder de Dios y, luego, ejercitar tus dones usando la autoridad de Dios para que dirijas a tu familia ante los pies del Señor, reuniéndose en oración y adoración al Señor. Cuando Dios es el centro de tu familia, tú verás...