Sheinbaum tiene una vocación estatista, como su antecesor. Muestra de ello es la ley de amparo. Para ella lo más importante es el control estatal. Comparte gustosa la herencia, pero no comparte con gusto a los herederos. No puede estar jubilosa de lo que ve cuando levanta la alfombra. Lleva siete años operando un mecanismo porel cual el Estado le roba al Estado. El saqueo interno lo ha despojado de los recursos necesarios para lo que el gobierno ha identificado como prioridades y en algún momento toparán con pared, porque no hay dinero más que para las transferencias monetarias. Esa agenda compartida ya está en riesgo. En lo político, Sheinbaum no es una purificadora. Está preguntándose cómo minimiza los costos, en lugar de cómo maximiza las oportunidades. No quiere limpiar, quiere corregir el rumbo.

 

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