La llegada del Compact Disk fue una revolución en
diferentes aspectos, por supuesto para la música, pero también (y mucho)
para el videojuego. En un mundo en el que la memoria de los cartuchos
muy raramente subía de los 4 MB en SNES y Mega Drive,
y en donde el precio de los cartuchos de mayor capacidad podía hundir
una empresa si no calibraba bien su potencial de ventas, la llegada de
un sistema de almacenamiento que proporcionaba más de 600 MB era un
salto mareante de prestaciones y posibilidades (aunque no siempre bien
aprovechadas).