¿Quién y Qué se Considera Ser Verdaderamente Judío? Parte 4.
La Neshamá manifestada como evidencia mínima de ser humano. Parte 2.
Por David Saportas Liévano.
Como continuación del capítulo anterior sobre la neshamá como evidencia mínima de manifestación de la condición del verdadero ser humano, a continuación, profundizo en la relación de la neshamá con el discernimiento entre el bien y el mal, así como su conexión con los conceptos de verdad, justicia y el rechazo del mal como evidencia de la conexión divina, basándome en fuentes tradicionales del judaísmo, especialmente la Kabbalá, el jasidismo y las enseñanzas rabínicas.
La Neshamá y su Relación con el Discernimiento, la Verdad, la Justicia y el Rechazo del Mal.
1. La Neshamá y el Discernimiento entre el Bien y el Mal.
En la tradición judía, la neshamá es el nivel del alma que conecta al ser humano con la sabiduría divina, permitiendo un discernimiento elevado entre el bien (la voluntad de Dios) y el mal (la inclinación egoísta o yetzer hara). Según el Tania de Rabí Schneur Zalman de Liadi (capítulo 1), la neshamá es una «chispa literal de Dios de lo Alto» (Jelek Eloka mi-ma’al), que otorga al ser humano la capacidad de percibir la verdad divina más allá de las limitaciones del cuerpo y la mente material. Este discernimiento no es meramente intelectual, sino espiritual, y se manifiesta como una intuición divina que alinea al individuo con los principios de la Torá.
El Zohar (1, 81a) describe la neshamá como «la luz de la mente que ilumina el camino de la verdad». Esta luz permite al ser humano distinguir entre el bien, que está alineado con las sefirot superiores (como Jojmá -sabiduría- y Bináh -entendimiento-), y el mal, que surge de las klipot (cáscaras espirituales que ocultan la luz divina). El discernimiento de la neshamá es progresivo: a medida que el individuo refina su alma a través del estudio de la Torá y el cumplimiento de las mitzvot con intención pura (lishmá), la neshamá se fortalece, otorgando una claridad cada vez mayor. Como señala el Baal HaSulam en Panim Meirot uMasbirot (Introducción al Zohar, página 56), «la neshamá no puede manifestar su pleno potencial hasta que el hombre haya rectificado sus niveles inferiores del alma (nefesh y ruaj), lo que permite que la luz divina revele la distinción entre el bien y el mal con absoluta claridad».
El Talmud (Berajot 61b) asocia este discernimiento con la lucha interna entre el yetzer hatov (inclinación al bien, vinculada a la neshamá) y el yetzer hara (inclinación al mal, vinculada a la nefesh animal). La neshamá proporciona la capacidad de elegir el bien incluso en medio de la confusión moral, porque está conectada con la Jojmá Ilaá (Sabiduría Suprema), que trasciende las limitaciones humanas. Por ejemplo, el versículo «El temor del Señor es el principio de la sabiduría» (Proverbios 9:10) se interpreta en el jasidismo como una referencia a la neshamá, que despierta un temor reverencial (yirat Hashem) que guía al discernimiento ético.
Ejemplo Práctico: Un ejemplo de este discernimiento es la capacidad de un judío observante para rechazar una acción que parece beneficiosa desde una perspectiva material (como un negocio deshonesto), porque la neshamá percibe que viola la voluntad divina. Esta percepción no surge de la lógica humana, sino de la conexión con la verdad divina, como enseña el Zohar (3, 25a): «La neshamá ve lo que los ojos del cuerpo no pueden ver, porque su luz proviene de la fuente de toda verdad».
2. La Neshamá y la Verdad.
La verdad (emet) en el judaísmo no es un concepto abstracto, sino la esencia de la realidad divina, representada por la sefirá de Tiferet (armonía y verdad) y la Torá misma, que se describe como «Torat Emet» (Salmos 119:142). La neshamá, al estar conectada con Tiferet y las sefirot superiores, permite al ser humano percibir y alinearse con esta verdad divina. Según el Tania (capítulo 4), el estudio de la Torá fortalece la neshamá, porque la Torá es la «expresión escrita de la voluntad divina», y su estudio «despierta la chispa divina en el alma, permitiendo que la verdad ilumine la mente».
El Baal HaSulam en Matan Torá (página 15) explica que la verdad no es relativa, sino absoluta, y que la neshamá es el vehículo para alcanzarla: «El hombre, a través de su neshamá, puede ascender a la percepción de la verdad divina, que es la raíz de toda existencia». Esta verdad no se limita a hechos objetivos, sino que incluye la comprensión de los propósitos espirituales del mundo, como el tikún olam (reparación del mundo). Por ejemplo, la neshamá permite reconocer que el propósito de la vida es servir a Dios y elevar el mundo, en lugar de perseguir deseos egoístas.
El Zohar (2, 94b) añade que la neshamá es «la lámpara de Dios» (Proverbios 20:27), que ilumina la verdad incluso en medio de las tinieblas de las klipot. Esto significa que la neshamá no solo percibe la verdad, sino que también la defiende activamente, guiando al individuo a rechazar la falsedad y las ilusiones del yetzer hará.
3. La Neshamá y la Justicia.
La justicia (tzedek) en el judaísmo está intrínsecamente ligada a la sefirá de Gevurá (juicio, disciplina) y a la aplicación de la verdad divina en el mundo. La neshamá, al estar conectada con las sefirot, permite al ser humano ejercer la justicia de acuerdo con los principios de la Torá, como se expresa en Deuteronomio 16:20: «Justicia, solo justicia seguirás». Según el Tania (capítulo 10), la neshamá impulsa al individuo a buscar la justicia no por motivos egoístas, sino por un deseo de alinear el mundo con la voluntad divina.
El Mesilat Yesharim de Rabí Moshe Jaim Luzzatto (capítulo 19) enseña que la justicia verdadera surge de la humildad y la conexión con Dios, cualidades que la neshamá fortalece. Por ejemplo, un juez que actúa con rectitud, guiado por la Torá, refleja la influencia de la neshamá, que percibe la justicia divina más allá de los intereses personales. El Baal HaSulam en Arvut (página 23) enfatiza que la justicia es un reflejo del propósito colectivo de Israel: «La neshamá de Israel está destinada a establecer la justicia en la tierra, porque está conectada con la fuente de toda rectitud».
La neshamá también permite al individuo practicar la tzedaká (caridad), que en el judaísmo es una forma de justicia, ya que restaura el equilibrio en el mundo al compartir los recursos divinos. El Talmud (Bavá Batra 10a) cita que «la tzedaká salva de la muerte», lo que el jasidismo interpreta como una manifestación de la neshamá, que eleva al alma por encima de las limitaciones materiales.
4. El Rechazo del Mal como Evidencia de la Conexión Divina.
El rechazo del mal es una manifestación directa de la neshamá, ya que esta, al estar conectada con la santidad divina, repele naturalmente las klipot (fuerzas de impureza). El Zohar (1, 205b) describe el mal como «la sombra que oculta la luz divina», y la neshamá como el medio para disiparla. Este rechazo no es pasivo, sino activo: implica elegir el bien en cada decisión, incluso frente a la tentación. Como enseña el Tania (capítulo 12), el beinoní (el hombre intermedio) lucha constantemente contra el yetzer hara, y esta lucha es posible gracias a la neshamá, que proporciona la fuerza espiritual para resistir. El Baal Shem Tov, fundador del jasidismo, enseñaba que el rechazo del mal no es solo evitar el pecado, sino transformar el mal en bien (birur nitzotzot), liberando las chispas santas atrapadas en las klipot. Este proceso, conocido como tikún, es una evidencia de la conexión divina, ya que solo la neshamá puede percibir y redimir estas chispas. Por ejemplo, el acto de realizar una mitzvá en un contexto difícil (como perdonar a alguien que ha causado daño) refleja la capacidad de la neshamá para trascender el impulso egoísta y elegir la santidad.
El AriZal en Sha’ar HaGilgulim explica que el rechazo del mal es un paso esencial en la rectificación del alma, porque purifica las partes inferiores (nefesh y ruaj), permitiendo que la neshamá se manifieste plenamente. El Talmud (Kidushín 40b) refuerza esto al decir que «quien se aparta del mal es considerado como si hubiera cumplido una mitzvá», lo que indica que el rechazo del mal es un acto positivo que refleja la luz de la neshamá.
5. Evidencia de la Conexión Divina.
El discernimiento entre el bien y el mal, la búsqueda de la verdad y la justicia, y el rechazo del mal son manifestaciones de la neshamá porque reflejan la conexión del alma con la fuente divina. Según el Zohar (3, 73a), «la neshamá es el canal a través del cual la luz de Dios desciende al mundo». Cuando un individuo actúa con rectitud, verdad y resistencia al mal, está cumpliendo el propósito de la neshamá: ser un vehículo para la revelación divina. El Baal HaSulam en Introducción al Zohar (página 68) escribe: «La neshamá alcanza su plenitud cuando el hombre se convierte en un socio de la Creación, alineando sus acciones con la voluntad de Dios». Este alineamiento se manifiesta en:
Discernimiento: Elegir el bien sobre el mal en cada decisión.
Verdad: Vivir de acuerdo con la Torá, que es la verdad absoluta.
Justicia: Actuar con rectitud y equidad, reflejando los atributos divinos de Gevurá y Tiferet.
Rechazo del mal: Transformar las inclinaciones negativas en acciones santas, liberando las chispas divinas.
6. Fuentes y Referencias.
Zohar (1, 81a, 2, 94b, 3, 25a, 3, 73a): Describe la neshamá como la luz divina que ilumina la verdad y rechaza las klipot.
Tania (capítulos 1, 2, 4, 10, 12): Explica la neshamá como una chispa divina que impulsa el discernimiento, la verdad y la lucha contra el mal.
Baal HaSulam (Panim Meirot uMasbirot, Matan Torá, Arvut, Introducción al Zohar): Detalla la rectificación del alma y su conexión con la verdad y la justicia.
AriZal (Etz Jaim, Sha’ar HaGilgulim): Describe los niveles del alma y el proceso de tikún.
Mesilat Yesharim (capítulo 19): Enfatiza la justicia y la humildad como frutos de la neshamá.
Talmud (Berajot 61b, Kidushín 40b, Bavá Batra 10a): Proporciona la base ética para el discernimiento y la justicia.
Baal Shem Tov y Rabí Najman de Breslav (Likutey Moharan 1, 65): Enseñan la transformación del mal como un acto de la neshamá.
7. Conclusión.
La neshamá es el núcleo espiritual que permite al ser humano discernir entre el bien y el mal, vivir en la verdad divina, practicar la justicia y rechazar el mal. Estas cualidades son evidencia de la conexión divina, ya que reflejan la capacidad de la neshamá para alinear al individuo con la voluntad de Dios. A través del estudio de la Torá, el cumplimiento de las mitzvot y la rectificación del alma, la neshamá se fortalece, iluminando el camino hacia la santidad y el tikún olam.
Perdón, Justicia y Guerra. La Neshamá y la Dialéctica entre Perdón y Justicia en el Judaísmo.
Establecen nuestros sabios de Israel que el perdón ante una situación de agresión injusta, donde justificadamente podríamos no perdonar y hasta vengarnos, puede ser una manifestación de evidencia de la neshamá en sintonía con la santidad. Y estoy de acuerdo (en el cristianismo dicen por ejemplo… Pon la otra mejilla). Pero en el otro lado de la moneda, también se nos dice en la biblia que justicia, justicia (dos veces) buscarás. De aquí se desprenden innumerables halajot de aplicación de justicia y castigo según la Ley de la Torá. ¿Cómo se concilia está dialéctica entre perdón y juicio con relación a lo que se viene explicando de la neshamá y su evidencia de divinidad? ¿Qué pasa en situación de guerra? Sobre todo en situaciones extremas que sean monstruosas (para ser más explícito), donde aplicar perdón y misericordia sea imposible?
Esta pregunta aborda una tensión fundamental en la tradición judía: la dialéctica entre el perdón (asociado con la misericordia, Jesed) y la justicia (asociada con el juicio, Gevurá), especialmente en el contexto de la neshamá como reflejo de la conexión divina. Esta cuestión se vuelve aún más compleja en situaciones extremas, como la guerra o actos monstruosos, donde el perdón parece imposible. A continuación, exploro esta relación basándome en fuentes de la Torá, la Kabbalá, el jasidismo y las enseñanzas rabínicas, con un enfoque en cómo la neshamá media entre estos principios y cómo se aplican en contextos extremos. También abordaré el caso específico de la guerra y las situaciones «monstruosas», asegurando un análisis profundo y fundamentado.
1. La Neshamá como Mediadora entre Perdón (Jesed) y Justicia (Gevurá).
En la Kabbalá, la neshamá es la chispa divina que conecta al ser humano con las sefirot, las emanaciones divinas que reflejan los atributos de Dios. Entre estas, Jesed (misericordia, bondad) y Gevurá (juicio, justicia) son fundamentales, y su equilibrio se logra en la sefirá de Tiferet (verdad, armonía). La neshamá, al estar vinculada con Tiferet, actúa como un canal para integrar estos atributos aparentemente opuestos, permitiendo al ser humano actuar con rectitud divina en situaciones complejas.
Perdón y Jesed: El perdón refleja la misericordia divina, como se expresa en Éxodo 34:6-7: «El Señor, el Señor, Dios misericordioso y clemente..”.. Según el Tania de Rabí Schneur Zalman de Liadi (capítulo 32), la neshamá impulsa el amor y la compasión hacia los demás, incluso hacia quienes han actuado injustamente, porque reconoce la chispa divina en cada persona. Este acto de perdón no es debilidad, sino una manifestación de la conexión divina, ya que imita el atributo de Jesed de Dios. El Baal Shem Tov enseñaba que perdonar a otro es un acto de tikún (reparación), ya que libera chispas santas atrapadas en el conflicto (Likutey Moharan 1, 282).
Justicia y Gevurá: La justicia, por otro lado, es un reflejo de Gevurá, que establece límites y corrige el mal para preservar el orden divino. El versículo «Justicia, justicia seguirás» (Deuteronomio 16:20) enfatiza la importancia de aplicar la justicia de manera rigurosa, especialmente en la Halajá, que incluye castigos para delitos graves (Talmud, Sanedrín 56a-57b). La neshamá, conectada con Gevurá, permite discernir cuándo es necesario aplicar la justicia para restaurar el equilibrio, como se ve en las leyes de dinim (tribunales) y las sanciones por transgresiones (Shulján Aruj, Joshen Mishpat).
Equilibrio en Tiferet: La neshamá, al operar desde Tiferet, busca armonizar Jesed y Gevurá. El Zohar (3, 25a) explica que la verdad divina (emet) surge cuando la misericordia y el juicio se combinan: «La neshamá ilumina el camino de la verdad, que no es ni exceso de misericordia ni rigor excesivo, sino el equilibrio que refleja la voluntad de Dios». Por ejemplo, un juez guiado por su neshamá puede perdonar en casos menores, pero aplicar justicia estricta en delitos graves para proteger a la comunidad.
Ejemplo Práctico: Un caso clásico es el del Yom Kipur, donde se busca el perdón divino (selijá) a través del arrepentimiento (teshuvá). La neshamá impulsa al individuo a perdonar a otros (reflejo de Jesed) para recibir el perdón divino, pero también a aceptar la justicia divina (Gevurá) si el arrepentimiento no es completo. El Talmud (Yomá 87b) enseña que «quien perdona a otros, Dios lo perdona», pero también que los pecados graves requieren justicia divina si no hay teshuvá. La neshamá guía esta dualidad, discerniendo cuándo perdonar y cuándo exigir justicia.
2. Conciliando la Dialéctica: Principios Generales.
La tradición judía ofrece principios para conciliar el perdón y la justicia, guiados por la neshamá:
Intención (kavaná) y Contexto: La neshamá permite evaluar la intención detrás de una acción. Según el Mesilat Yesharim de Rabí Moshe Jaim Luzzatto (capítulo 11), el perdón es apropiado cuando el ofensor muestra arrepentimiento genuino, mientras que la justicia es necesaria cuando el daño es intencional y persiste. Por ejemplo, el Talmud (Bavá Kamá 92a) permite el perdón en casos de ofensas personales, pero exige justicia en casos de daño público.
Propósito Espiritual: La neshamá, como chispa divina, busca el tikún olam (reparación del mundo). El Baal HaSulam en Matan Torá (página 16) explica que tanto el perdón como la justicia tienen el mismo fin: alinear el mundo con la voluntad divina. El perdón repara el alma del ofensor, mientras que la justicia repara el daño causado al orden divino.
Precedencia de la Justicia en lo Colectivo: Mientras que el perdón es ideal en disputas personales, la justicia tiene prioridad en el ámbito colectivo para proteger a la comunidad. El Talmud (Sanedrín 46a) enfatiza que un tribunal debe aplicar la justicia para mantener el orden social, incluso si el individuo está dispuesto a perdonar.
Rol de la Neshamá: La neshamá, conectada con Tiferet, discierne el equilibrio correcto. Como enseña el Zohar (1, 205b), «la neshamá ve la verdad detrás de las acciones humanas», lo que permite decidir cuándo el perdón eleva espiritualmente y cuándo la justicia es necesaria para erradicar el mal.
3. La Neshamá en Situaciones de Guerra.
En el contexto de la guerra, la tradición judía prioriza la justicia y la defensa de la vida sobre el perdón, especialmente cuando la amenaza es existencial. La Torá (Éxodo 22:1) permite la autodefensa, y el Talmud (Sanedrín 72a) establece que «si alguien viene a matarte, levántate y mátalo primero». La neshamá, al estar conectada con Gevurá, reconoce la necesidad de la justicia en tales casos para proteger la santidad de la vida, que es un valor supremo (Deuteronomio 30:19).
El Shulján Aruj (Oraj Jaim 329:6) y las enseñanzas de Maimónides (Mishné Torá, Hiljot Shabat 2:23) permiten violar el Shabat para salvar vidas en una guerra, lo que refleja la prioridad de la supervivencia. La neshamá guía esta decisión al discernir que la justicia (proteger a la comunidad) supera el perdón cuando la amenaza es inminente. El Baal Shem Tov enseñaba que incluso en la guerra, la neshamá debe buscar minimizar el daño y actuar con intención pura, evitando el odio innecesario (Tzava’at Harivash 137).
4. Situaciones Extremas y «Monstruosas».
En casos de actos monstruosos (como genocidios, crímenes atroces o agresiones masivas), la tradición judía es clara: la justicia debe prevalecer para erradicar el mal y proteger la santidad de la vida. El Zohar (3, 73a) describe el mal extremo como una manifestación de las klipot más densas, que ocultan completamente la luz divina. La neshamá, al rechazar estas klipot, impulsa al individuo o a la comunidad a actuar con Gevurá para restaurar el orden divino. Ejemplos Bíblicos: La Torá relata casos donde la justicia divina es implacable frente al mal extremo, como la destrucción de Sodoma (Génesis 19) o la orden de destruir a Amalek (Éxodo 17:14-16). Maimónides (Mishné Torá, Hiljot Melajim 6:1) explica que Amalek representa un mal absoluto que amenaza la existencia del pueblo de Dios, y su erradicación es un mandato divino. La neshamá, en estos casos, discierne que el perdón no es viable, ya que permitiría la perpetuación del mal.
Holocausto y Contextos Modernos: En situaciones como el Holocausto, los sabios modernos, como el Rabino Joseph B. Soloveitchik, enseñaron que el perdón no puede aplicarse a crímenes de lesa humanidad sin arrepentimiento genuino (Confrontación, 1964). La neshamá, conectada con la verdad divina, reconoce que tales actos requieren justicia para restaurar el equilibrio moral y proteger a las víctimas futuras. Sin embargo, el Rabino Abraham Joshua Heschel enfatizó que incluso en la justicia, la neshamá debe evitar el odio vengativo, manteniendo la santidad (Los Profetas, página 185).
Límites del Perdón: El Talmud (Meguilá 28a) y el Shulján Aruj (Yoré Deá 241:2) indican que el perdón es ideal cuando el ofensor se arrepiente, pero en casos de maldad intencional y sin remordimiento, la justicia es obligatoria. La neshamá guía esta decisión al percibir la ausencia de chispas divinas redimibles en el agresor.
5. La Neshamá y la Evidencia de la Conexión Divina.
La neshamá manifiesta su conexión divina tanto en el perdón como en la justicia, dependiendo del contexto:
Perdón como Conexión Divina: Perdonar en una situación de ofensa personal refleja Jesed y la capacidad de la neshamá para trascender el ego. Como enseña el Tania (capítulo 12), el beinoní perdona porque ve la chispa divina en el otro, imitando la misericordia de Dios.
Justicia como Conexión Divina: Aplicar justicia en casos de maldad extrema refleja Gevurá y el compromiso de la neshamá con el tikún olam. El Baal HaSulam en Arvut (página 24) escribe: «La neshamá de Israel está destinada a ser un canal de justicia divina, para que el mundo sea reparado». En situaciones monstruosas, la justicia es un acto sagrado que protege la santidad de la vida.
Evitar la Venganza: La neshamá, al estar conectada con Tiferet, evita que la justicia degenere en venganza. El Talmud (Yomá 23a) distingue entre justicia (que restaura el orden) y venganza (que surge del odio). La neshamá asegura que incluso en la guerra o frente al mal extremo, las acciones estén motivadas por la santidad, no por el rencor.
6. Aplicación en Situaciones Prácticas.
Ofensas Personales: Si alguien insulta o daña personalmente, la neshamá impulsa el perdón si hay arrepentimiento, siguiendo el principio de «No guardarás rencor» (Levítico 19:18). El Mesilat Yesharim (capítulo 11) enfatiza que el perdón fortalece la neshamá al liberar al alma de la amargura.
Guerra: En un conflicto como una guerra defensiva, la neshamá prioriza la justicia para proteger vidas, pero busca minimizar el daño innecesario. Por ejemplo, las leyes de guerra en la Torá (Deuteronomio 20) exigen ofrecer la paz antes de la batalla, reflejando el equilibrio entre Jesed y Gevurá.
Actos Monstruosos: Frente a crímenes atroces (como genocidios), la neshamá reconoce que el perdón sin justicia perpetúa el mal. La justicia, en este caso, es un acto de tikún, como se ve en la persecución de criminales nazis tras la Segunda Guerra Mundial, respaldada por rabinos como el Rabino Menachem Mendel Schneerson, quien enfatizó la necesidad de justicia para sanar a las víctimas (Igrot Kodesh, volumen 7).
7. Fuentes y Referencias.
Zohar (1, 205b, 3, 25a, 3, 73a): Describe la neshamá como mediadora de la verdad y el equilibrio entre Jesed y Gevurá.
Tania (capítulos 12 y 32): Explica el perdón y la lucha contra el mal como frutos de la neshamá.
Baal HaSulam (Matan Torá, Arvut): Detalla el rol de la neshamá en la justicia y el tikún olam.
Mesilat Yesharim (capítulo 11): Enfatiza el perdón y la justicia como virtudes espirituales.
Talmud (Sanedrín 46a, 72a; Yomá 23a, 87b; Bavá Kamá 92a): Proporciona la base halájica para la justicia y el perdón.
Maimónides (Mishné Torá, Hiljot Melajim 6:1, Hiljot Shabat 2:23): Establece las leyes de guerra y autodefensa.
Baal Shem Tov (Tzava’at Harivash 137): Enseña la santidad en la acción, incluso en la guerra.
Rabí Najman de Breslav (Likutey Moharan I, 282): Describe el perdón como un acto de tikún.
8. Conclusión.
La neshamá, como chispa divina, media entre el perdón (Jesed) y la justicia (Gevurá), buscando el equilibrio en Tiferet. En situaciones personales, fomenta el perdón para reparar el alma; en casos colectivos o extremos, prioriza la justicia para proteger la santidad de la vida y erradicar el mal. En la guerra o frente a actos monstruosos, la neshamá guía hacia la justicia sin venganza, asegurando que las acciones reflejen la voluntad divina. Esta dialéctica es una evidencia de la conexión divina, ya que la neshamá permite al ser humano imitar los atributos de Dios, adaptándose al contexto para cumplir el propósito del tikún olam.
La Neshamá, la Guerra y los Decretos Divinos en el Judaísmo.
Nunca los temas, coherencias y contradicciones a las que estamos sometidos en este mundo lunar se puede afirmar se tienen completamente legislados, conciliados o son explícitamente nítidos en claridad, tal que se considere ya se tienen todas las respuestas posibles. Es el reto infinito de la neshamá en constante estudio de la Torá. Una Torá, que siendo absoluta, es a la misma vez infinita en redefiniciones halájicas acorde a las circunstancias y tiempos, sin que se pueda inferir de ninguna manera relativismos corruptos. Una confirmación del carácter infinito y eterno de la Torá. Es así que bajo el énfasis anterior y sus respectivas explicaciones, siempre surgen infinidad de interrogantes adicionales que deben ser abordados, de los cuales se ejemplifican sólo unos cuantos casos. Por ejemplo en caso de guerra, caso real en la segunda guerra mundial… ¿Cómo se explica la decisión de lanzar bombas atómicas? Y no sólo bombas atómicas… Cualquier otro procedimiento de intervención masivo, donde se sabe van a morir los civiles. ¿Hay inocentes en ese caso? ¿Tiene algo que ver con decretos divinos que decide quién vive y quien muere? En guerra los daños y víctimas colaterales ¿cómo se interpretan? ¿Son inocentes? ¿acaso Dios no usa al mismo ser humano como herramienta de juicios masivos? ¿No se aplica también justicia con los desastres naturales? ¿Quién vive y quién muere? ¿No dicen los sabios los sabios de Israel que cada bala ya tiene marcada el nombre de la víctima? Lo mismo decían de los escorpiones. ¿Cómo se justifica y se explica todo lo anterior?
Estas preguntas abordan cuestiones profundas y complejas sobre la moralidad en la guerra, las víctimas colaterales, la justicia divina y el papel de la neshamá en la comprensión de estos eventos, especialmente en contextos extremos como el uso de bombas atómicas en la Segunda Guerra Mundial o intervenciones masivas que afectan a civiles. También son planteamientos sobre temas teológicos sobre los decretos divinos, la noción de «inocentes» y la interpretación de desastres naturales y bélicos según la tradición judía. A continuación, analizaré de forma breve sistemáticamente, basándome en fuentes de la Torá, la Kabbalá, el jasidismo y las enseñanzas rabínicas, con un enfoque en la neshamá como guía espiritual y en el marco ético y teológico del judaísmo.
1. La Guerra y las Intervenciones Masivas: El Caso de las Bombas Atómicas.
El uso de bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki (1945) plantea un dilema ético extremo: la decisión de causar un daño masivo, incluyendo la muerte de civiles, para poner fin a una guerra devastadora. Desde la perspectiva judía, la guerra se rige por principios halájicos y éticos que priorizan la preservación de la vida, pero también permiten acciones defensivas cuando la amenaza es existencial.
Justicia y Defensa en la Guerra: La Torá (Éxodo 22:1) y el Talmud (Sanedrín 72a) permiten la autodefensa: «Si alguien viene a matarte, levántate y mátalo primero». En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi y sus aliados representaban una amenaza genocida, especialmente contra el pueblo judío. Maimónides (Mishné Torá, Hiljot Melajim 5:1) distingue entre guerras obligatorias (miljemet mitzvá), como las defensivas contra un enemigo que amenaza la existencia, y guerras opcionales (miljemet reshut). La lucha contra los nazis se considera una miljemet mitzvá, justificando acciones extremas para proteger vidas.
Víctimas Colaterales y Civiles: La Halajá es estricta respecto a minimizar el daño a civiles. Deuteronomio 20:10 exige ofrecer la paz antes de una guerra, y el Shulján Aruj (Oraj Jaim 329:6) prioriza la protección de la vida. Sin embargo, en casos de guerra total, donde la supervivencia de una nación está en juego, los sabios reconocen que las decisiones pueden implicar daños colaterales. El Rabino Joseph B. Soloveitchik (The Halakhic Man, 1944) argumenta que en situaciones de pikuaj nefesh (salvación de vidas), las acciones que salvan a la mayoría pueden justificarse, aunque causen pérdidas trágicas. En el caso de las bombas atómicas, el argumento secular fue que aceleraron el fin de la guerra, evitando mayores pérdidas. Desde la Halajá, esto sería permisible solo si no había alternativa viable para detener la agresión japonesa, aunque la escala de destrucción plantea preguntas éticas.
La Neshamá en la Decisión: La neshamá, conectada con Tiferet (armonía) y Gevurá (juicio), guía al individuo o líder a discernir el equilibrio entre salvar vidas y minimizar el daño. El Zohar (3, 25a) enseña que la neshamá percibe la verdad divina, lo que implica buscar la justicia sin caer en la crueldad. En el contexto de Hiroshima, un líder guiado por su neshamá habría pesado el sufrimiento de los civiles contra la necesidad de detener una guerra genocida, buscando la opción menos destructiva posible dentro de las circunstancias.
Inocentes en la Guerra: La noción de «inocentes» es compleja en el judaísmo. El Talmud (Bavá Kamá 60a) y el Zohar (1, 205b) sugieren que en un mundo interconectado, nadie está completamente exento de responsabilidad espiritual, ya que las acciones colectivas pueden contribuir al mal (klipot). Sin embargo, los niños y los civiles no combatientes son considerados víctimas trágicas, no responsables directas. El Rabino Abraham Joshua Heschel (The Prophets, página 187) enfatiza que el sufrimiento de los inocentes es un misterio teológico, pero la neshamá impulsa a los seres humanos a minimizar ese sufrimiento, incluso en la guerra.
2. Decretos Divinos y la Voluntad Humana.
La tradición judía sostiene que todos los eventos, incluidas las guerras y los desastres, están bajo la providencia divina (hashgajá pratit), pero esto no elimina la responsabilidad humana. La neshamá, como chispa divina, permite al ser humano comprender parcialmente los decretos divinos, aunque su alcance completo es un misterio.
Dios y los Juicios Masivos: El Talmud (Bavá Kamá 60a) y el Zohar (2, 94b) enseñan que Dios puede usar a seres humanos o eventos naturales como instrumentos de justicia divina. Por ejemplo, la destrucción de Sodoma (Génesis 19) o la orden contra Amalek (Éxodo 17:14-16) reflejan juicios divinos ejecutados a través de medios humanos o naturales. En el caso de las bombas atómicas, la perspectiva judía podría interpretarlas como un instrumento de un decreto divino para detener un mal mayor (el nazismo y sus aliados), pero esto no exime a los líderes humanos de la responsabilidad ética por sus decisiones.
¿Quién Vive y Quién Muere? El Talmud (Moed Katán 28a) y el jasidismo citan la idea de que «cada bala tiene un nombre», lo que implica que la providencia divina determina el destino de cada individuo. El Rabino Najman de Breslav (Likutey Moharan 1, 24) enseña que la neshamá de cada persona está conectada a un propósito divino específico, y su destino (vida o muerte) está ligado a ese propósito. Sin embargo, esto no significa fatalismo; la neshamá impulsa al ser humano a actuar con justicia y misericordia para influir positivamente en los decretos divinos (teshuvá y mitzvot pueden cambiar un decreto, Talmud Rosh Hashaná 16b).
Desastres Naturales: Los desastres naturales, como terremotos o tsunamis, son vistos en la tradición judía como parte de los decretos divinos, pero su propósito es incomprensible para la mente humana. El Zohar (3, 73a) describe estos eventos como «juicios de lo Alto» que purifican el mundo, liberando chispas santas atrapadas en las klipot. La neshamá permite al ser humano aceptar estos eventos con humildad (Mesilat Yesharim, capítulo 9) mientras busca mitigar el sufrimiento a través de tzedaká y jesed.
3. Víctimas Colaterales y la Noción de Inocencia.
La pregunta de si las víctimas colaterales son «inocentes» es un tema teológico profundo. Según la Kabbalá, todas las almas (valga aclarar que sean “legítimamente divinas”) tienen un propósito divino, y su destino está ligado a la rectificación del mundo (tikún olam). Sin embargo elucidaciones y explicaciones al respecto son obligadas:
Responsabilidad Colectiva: El Baal HaSulam en Arvut (página 23) explica que las almas están interconectadas, y las acciones de una sociedad pueden generar consecuencias colectivas. Por ejemplo, una nación que apoya tácitamente un régimen opresivo (como en la Segunda Guerra Mundial) puede compartir una responsabilidad espiritual, aunque los individuos no sean directamente culpables. Esto no significa que los civiles merezcan el sufrimiento, sino que el mundo opera bajo un sistema de causalidad espiritual.
El Sufrimiento de los Inocentes: El Talmud (Berajot 7a) y el Rabino Akiva abordan el sufrimiento de los justos como un misterio, sugiriendo que puede ser una prueba, una expiación o parte de un plan divino más allá de la comprensión humana. La neshamá, conectada con Jojmá (sabiduría divina), ayuda al ser humano a aceptar este misterio con fe, mientras trabaja para reducir el sufrimiento (Talmud, Shabat 55b).
Niños y Verdaderos Inocentes: Los niños, que no tienen responsabilidad moral, son considerados víctimas puras. El Zohar (1, 81a) sugiere que sus almas pueden cumplir un propósito divino incluso en su muerte, como elevar la conciencia espiritual de los sobrevivientes. Sin embargo, la neshamá impulsa a los seres humanos a proteger a los más vulnerables, como se refleja en las leyes de pikuaj nefesh.
4. La Neshamá y la Respuesta Humana.
La neshamá, como chispa divina, guía al ser humano a responder a estas tragedias con un equilibrio entre Jesed (misericordia) y Gevurá (justicia):
Responsabilidad Humana: Aunque los decretos divinos son últimos, la neshamá impulsa al ser humano a actuar éticamente dentro de su libre albedrío. El Tania (capítulo 10) enseña que la neshamá permite discernir entre el bien y el mal, evitando acciones crueles incluso en la guerra. Por ejemplo, los líderes que decidieron usar las bombas atómicas debían pesar el daño contra la necesidad de detener la guerra, y la neshamá habría guiado hacia la opción menos destructiva posible.
Evitar la Crueldad: El Baal Shem Tov (Tzava’at Harivash 137) enfatiza que incluso en la guerra, las acciones deben estar motivadas por la justicia, no por el odio. La neshamá asegura que la justicia no degenere en venganza, como se ve en la distinción del Talmud (Yomá 23a) entre justicia y rencor.
Reparación Post-Guerra: Tras eventos como las bombas atómicas, la neshamá impulsa a los sobrevivientes a realizar tikún a través de teshuvá, tzedaká y esfuerzos para reconstruir el mundo. El Rabino Menachem Mendel Schneerson (Igrot Kodesh, volumen 7) abogó por la justicia contra los perpetradores del Holocausto, pero también por la reconstrucción espiritual y material de las comunidades afectadas.
5. La Metáfora de la Bala y el Escorpión.
La expresión de que «cada bala tiene un nombre» o que los escorpiones atacan según un decreto divino proviene de enseñanzas jasídicas y del Talmud (Moed Katán 28a), que reflejan la creencia en la hashgajá pratit (providencia individual). Esto no implica que cada muerte sea un castigo, sino que cada alma tiene un propósito divino, y su destino está determinado por Dios. El Zohar (3, 73a) sugiere que incluso las tragedias sirven para liberar chispas santas, aunque el propósito exacto es un misterio. El Rabino Najman de Breslav (Likutey Moharan 1, 65) enseña que la neshamá permite al ser humano confiar en la justicia divina, incluso cuando las tragedias parecen injustas. Por ejemplo, la muerte de civiles en Hiroshima puede ser vista como parte de un decreto divino incomprensible, pero la neshamá impulsa a los sobrevivientes a buscar tikún a través de la compasión y la reconstrucción.
6. Desastres Naturales y Juicios Divinos.
Los desastres naturales, como los terremotos o huracanes, son interpretados en la tradición judía como juicios divinos o parte del plan cósmico. El Talmud (Taanit 19a) y el Zohar (2, 94b) los ven como oportunidades para teshuvá colectiva, ya que despiertan a la humanidad hacia la fragilidad de la vida y la necesidad de alinearse con Dios. La neshamá, conectada con Bináh (entendimiento), ayuda al ser humano a aceptar estos eventos con humildad y a responder con jesed (ayuda a las víctimas). El Baal HaSulam en Introducción al Zohar (página 68) explica que los desastres son parte del proceso de tikún olam, ya que purifican el mundo al liberar chispas santas. Sin embargo, la neshamá impulsa al ser humano a mitigar el sufrimiento, como se ve en las leyes de tzedaká y pikuaj nefesh.
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