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No paramos de ver juicios por todas partes y la forma de tratarlo y reflejarlo, no solo en los medios, sino en los propios videos del juicio hacen que nos venga a la mente una pregunta: ¿esto resulta disuasorio para la denuncia de este tipo de delito? Para tener un contexto, cada día se denuncian 14 violaciones y 55 delitos contra la libertad sexual según datos del Ministerio de Interior. La línea entre lo denunciable y no denunciable es muy fina porque muchas veces sabemos cómo va a desembocar una situación, pero hasta que la línea se cruza pueden pasar muchas cosas. Pero una está clara, la justicia tiene una base patriarcal que vemos, por ejemplo, con la violencia a la hora de utilizar el lenguaje en el juicio de Elisa Mouliaà donde las palabras no son nada inocentes frente al límite del "colegueo" en el caso Rubiales.
Esto no es nada nuevo, de hecho, nos ha recordado a esa antigua sentencia de la minifalda por la que se quejaban las feministas de los 70. En ella, el juez Rodrigo Pita argumenta, en un caso de una joven de 17 años que fue agredida por su jefe, y entrecomillamos "pudo provocar si acaso inocentemente al empresario por su vestimenta". Se cuenta solo.
Para tratar este tema contamos con la doctora en Antropología Social y Cultural e ingeniera técnica en Informática de Gestión Caterina Canyelles y su trabajo de campo en los diferentes juzgados donde se juzgan casos de violencia sexual.
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No paramos de ver juicios por todas partes y la forma de tratarlo y reflejarlo, no solo en los medios, sino en los propios videos del juicio hacen que nos venga a la mente una pregunta: ¿esto resulta disuasorio para la denuncia de este tipo de delito? Para tener un contexto, cada día se denuncian 14 violaciones y 55 delitos contra la libertad sexual según datos del Ministerio de Interior. La línea entre lo denunciable y no denunciable es muy fina porque muchas veces sabemos cómo va a desembocar una situación, pero hasta que la línea se cruza pueden pasar muchas cosas. Pero una está clara, la justicia tiene una base patriarcal que vemos, por ejemplo, con la violencia a la hora de utilizar el lenguaje en el juicio de Elisa Mouliaà donde las palabras no son nada inocentes frente al límite del "colegueo" en el caso Rubiales.
Esto no es nada nuevo, de hecho, nos ha recordado a esa antigua sentencia de la minifalda por la que se quejaban las feministas de los 70. En ella, el juez Rodrigo Pita argumenta, en un caso de una joven de 17 años que fue agredida por su jefe, y entrecomillamos "pudo provocar si acaso inocentemente al empresario por su vestimenta". Se cuenta solo.
Para tratar este tema contamos con la doctora en Antropología Social y Cultural e ingeniera técnica en Informática de Gestión Caterina Canyelles y su trabajo de campo en los diferentes juzgados donde se juzgan casos de violencia sexual.
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