A menudo, nuestras fallas nos llevan a sentir que no seremos perdonados, lo que puede desalentarnos en nuestro camino de crecimiento personal. José, de Perú, vivió esta experiencia tras crecer en un hogar disfuncional. Replicó esos patrones en su propia familia, abandonando a sus ocho hijos y maltratando a su esposa. La intervención policial fue necesaria para proteger a su familia.
Al ver a su esposa ser llevada por la policía, José sintió un profundo dolor y soledad, lo que lo llevó a intentar suicidarse. Sin embargo, una visión de ángeles le impidió hacerlo y le envió un mensaje de esperanza. En ese momento, arrodillado en su habitación, se entregó a Dios pidiendo perdón y liberación de sus vicios.
José reconoció sus errores, se arrepintió y recibió el perdón divino. Hoy, ha dejado sus adicciones y busca el perdón de su esposa e hijos. Su historia demuestra que, sin importar cuán profunda sea nuestra caída, siempre hay esperanza en el perdón de Dios. Como dice 1 Juan 1:9, "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad." Dios siempre está dispuesto a recibirnos y restaurarnos.
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