Se nos va de ojo que la extensión de la cultura del crecimiento personal, el coaching, que requiere de un mentor, el coach, ha derivado en una presión normativa sobre lo que debemos hacer para maximizar nuestras potencialidades, elevar la autoestima, ser mejores personas, etc., etc.,
Presión que se centra sobre el ego, que puede derivar en un agobio mental por el esfuerzo que requiere llegar a alcanzar una perfección indefinible, porque no es un concepto estático si no un imponderable.
Mejorar la condición física y mental ante los retos que plantea la vida es una constante histórica que viene moviendo a personas y sociedades, que no puede convertirse en una obsesión, porque la incoherencia y la imperfección forman parte del ser humano. Igual que el pensamiento y la actitud colaborativa hacia nuestros congéneres que se esfuma por el individualismo que potencia el coaching, cuando se presenta y ejerce como prescriptor machacón y constante de las reglas que hay que cumplir para mejorar nuestra condición. ¡Que no se te vaya de ojo!