Debo haber decidido equivocadamente porque no estoy en paz. Yo mismo tomé esa desición, por lo tanto, puedo tomar otra. Quiero tomar otra desición porque deseo estar en paz. No me siento culpable porque el Espíritu Santo, si se lo permito, anulará todas las consecuencias de mi desición equivocada. Elijo permitírselo, al dejar que Él decida en favor de Dios por mí.