No hay nadie que venga aquí que no abrigue alguna esperanza, alguna ilusión persistente o algún sueño de que hay algo fuera de sí mismo que le puede brindar paz y felicidad. Si todo se encuentra en él, eso no puede ser verdad. Y así, al venir a este mundo, niega su propia verdad y se dedica a buscar algo que sea más que lo que lo es todo, como si una parte de ese todo estuviese separada y se encontrase donde el resto no está. Éste es el propósito que le confiere al cuerpo: que busque lo que a él le falta y que le provea de lo que le restauraría su plenitud. Y así, vaga sin rumbo, creyendo ser lo que no es, en busca de algo que no puede encontrar. Esta persistente ilusión le impulsará a buscar miles de ídolos, y más allá de éstos, mil más. Y todos le fallarán, excepto uno: pues morirá y no se dará cuenta de que el ídolo que buscaba era su muerte.