Volvemos al inicio. Al largometraje considerado como el precursor del género slasher: "Peeping Tom" de Michael Powell (1960). La película, la primera del género en poner al espectador en los ojos del asesino y en presentarnos grandes tabúes de la psique humana en el cine de terror, como las parafilias sexuales o el "voyeurismo", ha influenciado e inspirado un montón de obras maestras del cine clásico y contemporáneo, como pueden ser "Blow Up" (Michelangelo Antonioni, 1966), "Arrebato" (Iván Zulueta, 1979) o "Tesis" (Alejandro Amenábar, 1996). "Peeping Tom" nos invita a adentrarnos en la mente de Mark Lewis, un fotógrafo en la industria del cine que está librando una batalla más que intensa consigo mismo, intentando a toda costa controlar unos instintos e impulsos que son más que peligrosos para las mujeres que le rodean y para él mismo. Nosotros, además, te damos un paseo por la vergüenza ajena, la desdicha, la indigencia emocional y el placer por todo ello. ¿Te apuntas?

"X" (2022) de Ti West, además de ser uno de los mejores slasher de la última década, es un fabuloso relato sobre la ponderación de la juventud y la belleza y el pánico a la vejez y la decadencia. Sobre cómo la supresión del deseo y la represión sexual pueden llegar a despertar incontenibles instintos asesinos incluso entre los seres más frágiles y vulnerables. En este programa, lo mismo te mezclamos el cine porno con la antropología religiosa, que te hablamos de telepredicadores y pecados inconfesables, sin cortarnos un pelo. ¿Te lo vas a perder? Dale al play, anda, o tendrás la sensación de estar perdiéndote algo muy bueno.

Tras ahondar en la nostalgia y la culpa, cerramos nuestra particular trilogía de las bajas pasiones con el dolor. El dolor que todo lo impregna en "Profondo Rosso" (1975), giallo clásico del maestro Dario Argento, y en tu vida a veces también, cariño, muy a tu pesar. No justificamos los fines ni los medios que emplean los personajes antagonistas de este peliculón para llevar a cabo sus maquiavélicos planes. Pero la verdad es que empatizamos bastante con el dolor que sienten. Porque el dolor es multidimensional y universal. Como tus propias estrategias para afrontarlo. Como esta película. Como tú.

Los años nos pesan a todes. A las películas, también. Creemos que es lo que le sucede a “I know what you did last summer” (Jim Gillespie, 1997). Nos encanta y siempre nos encantará, pero cuando han transcurrido 25 años desde su estreno, le han salido más arrugas de las esperadas. Pero oye, nosotros tampoco somos perfectos. Confundimos constantemente los nombres de Barry, Max y David y tal vez nos hemos pasado de haters con la pobre Julie James. Pero por lo demás todo genial, ¿eh? De hecho, te hemos preparado una ensalada fantástica repleta de pecados que te persiguen, consejos espirituales y gente rubia cachondona. Todo ello bien sujeto desde el imponente y a veces invencible garfio de la culpa.

Cuando hablamos sobre Psycho (Alfred Hitchcock, 1960), no podemos evitar elogiarla y emocionarnos con ella. Cuando pensamos en el origen de los slasher y en la figura que definió al "psycho-killer" dentro del cine de terror, no podemos evitar pensar en Norman Bates y su retorcida mente. Cuando intentamos pronunciar el apellido del carismático detective Milton, no podemos evitar cagarla una y otra vez... pero mira, cuando el impulso inconsciente nos lleva a hacer un episodio tan especial, profundo y chorra como este, no podemos evitar sentir una nostalgia prematura tremenda, aunque todavía no haya pasado el tiempo suficiente que justifique esa emoción. Pero, bueno. Al fin y al cabo, todos nos volvemos locos de vez en cuando.

My Bloody Valentine (1981) de George Mihalka, es como tu vida. Puede que no sea perfecta, pero es brillante y emocionante como ella sola. A ratos inverosímil, otras veces divertida, por momentos holgazana, pero siempre relevante. No somos fans del amor romántico, ni de las risas histriónicas, ni tampoco de esa insoportable amiga de Sarah cuyo nombre no podemos recordar. Lo que nos gusta son los slashers que nos hacen sentir cositas y que van directos al corazón (sangriento) para quedarse allí por siempre jamás. ¡Viva Harry Warden!

En los años noventa Scream revitalizó por completo un género entonces moribundo, reescribió las reglas de los slasher y nos presentó el culebrón más divertido del cine de terror. Seguimos sin saber qué hace Sidney Prescott para rodearse siempre de gente tan peligrosa, pero sabemos con certeza que sin la sacrosanta institución de la familia su vida hubiera sido mucho más sencilla, que quien tiene un amigo puede tener un tesoro envenenado y que todes somos drogadictes. Gracias, Wes Craven.

La obra de John Carpenter, más allá de ser un clásico del cine de terror y un tótem dentro del subgénero slasher, es además una alegoría de nuestros martirios personales y una invitación a la reflexión sobre la maldad y su origen. Vladímir Putin, trastornos de ansiedad y comportamientos poco adecuados en gimnasios. Arrancamos.