La corriente de desinformación, chismes y rumores que trae este mundo es bastante fuerte, y muchas veces resulta difícil ir en contra de ella, no obstante, más fuerte es Dios y la autoridad de Su palabra. Hablemos entonces verdad, y apartemonos de la maldad.

Si a las autoridades terrenales "forzosamente" debemos pagarles impuestos, Dios quien es la máxima autoridad es digno de nuestras primicias en su totalidad. Después de todo, vivir por fe implica confiar de que Él proveerá en toda circunstancia.

Por mucho que nos desagrade un gobernante o autoridad, Dios nos manda a que nos abstengamos de maldecirles o injuriarles. Después de todo, las autoridades que hay, por Dios han sido establecidas.

Dios tiene mucho qué decir acerca de la administración del dinero, y en este pasaje del día de hoy examinamos específicamente su instrucción respecto a los préstamos y el cobro de intereses.

Al igual que el extranjero en tierra ajena, la viuda y el huérfano son grupos especialmente vulnerables de quienes los israelitas debían cuidar y no aprovecharse de ellos. Las consecuencias de no hacerlo eran bastan serias, lo que indica que Dios no toleraba el abuso del más débil

El carácter compasivo y misericordioso de Dios impregnaba todas sus instrucciones al pueblo de Israel, y esto se puede ver con mayor claridad cuando les recuerda tener especial cuidado de los más vulnerables, como el extranjero en tierra ajena.

Los mandamientos de Dios no son una camisa de fuerza para someternos, sino una instrucción impregnada de su compasión u justicia para que vivamos en un mundo mejor.

Aunque queramos hacer uso de nuestra imaginación para formar o crear imágenes que representen a Dios, el Señor nos manda una y otra vez a no caer en esta tentación de nuestra imaginación.

Aunque nuestro pecado nos inspira a tener miedo de Dios, el Señor nos invita, a través de Cristo, a que pasemos de ese miedo al temor.

Si no cuidamos nuestra mente y corazón, la codicia puede apoderarse de nosotros y consumirnos lentamente desde adentro. Por ello, Dios nos pide que cuidemos no sólo nuestras acciones, sino también nuestros pensamientos.