Aunque tengamos convicciones fuertes por muchos años, Dios siempre puede marcar un antes y un después. En Cristo, podemos conocerle personalmente para experimentar ese cambio de 180 grados.

Aunque nos creamos muchas veces ser autosuficientes, es necesario que compartamos las cargas que nos agobian. Dios, a través de Jesucristo se ofrece a llevarlas por nosotros, y hacernos descansar.

En el devocional de ayer vimos cómo Dios nos exhorta a orar en vez de quejarnos, y en éste día, Dios continúa enseñándonos cómo la oración siempre hace la diferencia ante las batallas de la vida.

Dios ha provisto los medios para acercarnos a él mediante Cristo Jesús y la oración. La próxima vez que estemos tentados a quejarnos, en lugar de ello clamemos, oremos y descansemos en Dios.

El mundo nos llena de estrés, afán y ansiedad, mientras que Dios nos invita a descansar y reposar en Él. La elección parece sencilla, pero para muchos no lo es.

La gracia de Dios siempre sonará como una locura ante nuestras limitadas mentes humanas. Pero es por esa gracia inmerecida que ante las quejas constantes de Israel, respondió con sustento y provisión abundante.

En esta nueva etapa de su historia, Dios brinda al pueblo de Israel tres directrices clave para que su caminar no se desvíe, pero sobre todo para que su corazón se deleite en el tesoro más precioso que existe: la palabra de Dios.

Dios hizo maravillas para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud egipcia, poniendo en ellos una nueva canción y una nueva esperanza. De la misma forma, en Cristo también podemos experimentar esa liberación y esa nueva canción.

La fe nos invita a creer sin necesidad de ver, a desprendernos de nuestros sentidos humanos y terrenales, y confiar plenamente en Aquel que trasciende la existencia de este mundo material.

Lo que para nosotros se vuelve imposible, para Dios es absolutamente posible, y además fácil de hacer. Con Dios, la facilidad de lo imposible se vuelve algo cotidiano.