En el firmamento de los grandes tenores del siglo XX, hay nombres que aún hoy resuenan con fuerza. Pero entre ellos, hay uno que, aunque no tan recordado, dejó una huella indeleble en el mundo del bel canto: Giulio Crimi. Hoy, en '100 tenores de leyenda', redescubrimos la vida y el arte de este siciliano que conquistó el mundo operístico en apenas dos décadas." Giulio Crimi (1885–1939) fue parte de una destacada cosecha de tenores italianos —Martinelli, Pertile y Taccani fueron otros— nacidos también en el año 1885. Se da el caso que Martinelli y Pertile nacieron en el mismo pueblo de Montagnano no solo el mismo años, sino con pocos dias de diferencia. Hijo de un abogado, Crimi era originario de Paternò, en la provincia siciliana de Catania. Tras acabar la secundaria, ingresó en la facultad de Derecho, con la intención de seguir los pasos de su padre. Sin embargo, tras dos años, la muerte de éste dejó a la familia en una situación precaria. Crimi tuvo que abandonar los estudios y empezó a trabajar como empleado en la oficina telegráfica local. Como en tantas historias de tenores en ciernes, cantaba durante el trabajo, lo que divertía a sus compañeros, quienes lo animaron a buscar un buen maestro de canto. Lo encontró en Matteo Aderno, con quien comenzó a trabajar en 1906. En los siguientes cuatro años, Crimi también estudió con los tenores Raffaele Grani y Alfonso Garulli, y viajaba periódicamente a Milán para recibir clases del célebre director Giuseppe Gallignani. Aunque atravesaba serias dificultades económicas, Crimi estaba decidido a continuar, sin importar los sacrificios. Apartaba un tercio de su sueldo para pagar las lecciones (los otros dos tercios los destinaba a mantener a su madre viuda), y a menudo se saltaba el almuerzo… por no hablar del desayuno y la cena… durante aquel periodo sombrío.Debutó en Palermo en 1910 como Manrico en Il Trovatore. Su carrera se interrumpió al ser llamado a filas para la guerra ítalo-turca en 1911. Recibió un disparo en el abdomen (una herida que lo aquejaría durante años) y fue dado de baja a principios de 1912. Tras retomar su carrera, Crimi actuó durante un tiempo en teatros más modestos. Su primera aparición en una sala importante fue en el Teatro Regio de Turín, donde interpretó el papel de Paolo en el estreno mundial de Francesca da Rimini de Zandonai, el 19 de febrero de 1914. Le siguieron debuts relevantes en el Covent Garden, la Ópera de los Campos Elíseos en París, La Scala, el Teatro Real de Madrid y el Teatro Colón. Su debut en EE. UU. tuvo lugar en noviembre de 1916 como Radamés en Aida con la Ópera de Chicago, donde fue muy admirado durante cinco temporadas. En 1918, debutó en el Metropolitan Opera de Nueva York, también como Radamés. Según The New York Times, “El debut de Giulio Crimi fue exitoso. Cantó con considerable potencia. Recibió una ovación ensordecedora tras el Acto III, especialmente.” Fue allí donde estrenó los roles de Rinuccio en Gianni Schicchi y Luigi en Il tabarro, durante el estreno mundial del Trittico de Puccini. En sus cuatro temporadas en el Met, Crimi interpretó más de cien funciones en roles principales de Tosca, La Bohème, Manon Lescaut, Il Trovatore, Don Carlo, La forza del destino, La Traviata, Zazà, Pagliacci, Cavalleria Rusticana, Andrea Chénier, Lucia di Lammermoor, La Navarraise y Carmen. Alternando entre Chicago y el Met, pasó los veranos en Buenos Aires. Este ritmo agotador no ayudó al tenor, y antes de los cuarenta años, su voz empezaba a mostrar señales de fatiga. Su salud también se resintió (sufría hipertensión crónica), y el esfuerzo de una carrera internacional se volvió difícil. Su última función en el Met fue como Pinkerton en Madama Butterfly el 13 de febrero de 1922. Siguió cantando con la Ópera de Chicago, además de dar conciertos y recitales por EE. UU., antes de regresar a Italia en febrero de 1924.Ya de vuelta, Crimi retomó de inmediato su actividad, con actuaciones en La Scala, el Costanzi de Roma y el San Carlo de Nápoles. Una función de Andrea Chénier en 1926 en Nápoles sería su última aparición. Ese mismo año, con 41 años, sufrió una hemorragia retiniana en el ojo izquierdo que le provocó una ceguera parcial, lo cual lo obligó a retirarse. Se instaló en Roma, donde se consolidó como uno de los maestros de canto más respetados, teniendo entre sus alumnos al célebre barítono Tito Gobbi. Lamentablemente, su etapa docente fue incluso más breve que su carrera escénica. El 29 de octubre de 1939, mientras caminaba como de costumbre hacia su estudio, se desplomó en la calle a causa de un infarto fulminante. Tenía solo 54 años.Durante su carrera —tan breve como intensa— Giulio Crimi disfrutó del éxito a ambos lados del Atlántico. Su repertorio, de casi treinta óperas, incluyó Mefistofele, Loreley, Isabeau, Les Huguenots, L’amore dei tre re, La fanciulla del West y La battaglia di Legnano. Crimi grabó unas cincuenta piezas entre 1918 y 1923 para el sello Vocalion. Estas revelan a un tenor spinto robusto, con un centro baritonal rico y agudos brillantes. Las grabaciones más tardías también muestran cierto esfuerzo en las notas altas, recurriendo con frecuencia a transposiciones descendentes. No obstante, el arte y la musicalidad de Crimi hacen de sus registros un auténtico deleite. Vamos a escuchar ahora a Giulio Crimi en uno de sus mejores discos, en el que luce su más puro estilo verista “Vesti la giubba” de Pagliacci de Leoncavallo, grabado en Nueva York para Vocalion en 1921.