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Cuando pensé en ir a Taiwán, me hice una propuesta: “Quiero indagar en la cultura budista, aunque sea un poquito, aprender a meditar y poder entender algo de su filosofía que sea aplicable en mi vida.”

Bien, la verdad es que estos dos meses en Taiwán no han estado centrados en la espiritualidad, para nada -tengo la sensación de haber pasado dos meses currando como loco-. Me ha venido bien para terminar dos libros, así que fenomenal en este sentido.

Pero si echo la vista atrás, me doy cuenta de que hay una pequeña parte de aprendizajes espirituales que sí que han sido útiles.

He aprendido los rituales de rezo básicos y a comunicarme con los dioses Taoístas. Algo divertido y que jamás imaginé que podría hacer y que me ha sido útil para hacer introspección.

Por otro lado, el último día en Taiwán aprendí algo que creo que es básico, te lo mandé al día siguiente de aprenderlo, pero estoy seguro que merece la pena repetirlo:

“Decir cosas buenas,

Hacer cosas buenas,

Pensar cosas buenas.

Hacia los demás y hacia ti.”

“Todos queremos frutos. Queremos frutos llenos de sabor y riqueza. Pero piensa que los frutos que recogemos están condicionados por su entorno. Necesitan agua, necesitan luz, necesitan abono. Si tú los riegas, les das luz y los cuidas, crecerán grandes y buenos. Si los mantienes en oscuridad, los desatiendes y no ven la luz, estarán vacíos o malos. Piensa en tí como en una semilla, eres la semilla que hace el árbol. Y cada día puedes ser una nueva semilla.”

Piensa, habla y actúa así, y serás feliz. Es así de simple y difícil a la vez.