“Ver el amanecer desde la camper en las montañas de Costa Rica, con un lago de por medio y la brisa refrescando el ambiente, junto a unos amigos y a Maya. Su primer viaje largo en cuatro ruedas.”

Ese era mi plan de fin de año.

Alquilé mi casa desde el 30 hasta el 2 de enero, a un precio ridículo que compensaba el esfuerzo de preparar las maletas y recoger todo.

Me venía bien marcharme unos días, llevo desde que llegué levantándome a las 5 y media para ir a la obra -literalmente-. 

Justo antes de marchar dejaba listo el episodio de la semana pasada: “Consejos prácticos para empezar el año bien”.

Como cada vez que aflojo un poco el pie del acelerador, el destino me tenía guardada una buena.

¿Quieres arrancar bien el año?

Déjate de hostias y toma dos tazas de mala racha. Pa’ que no te relajes.

Para mí, fue como si el mismísimo Dios me dijera esto.

Así que, de amanecer en la montaña, nada de nada. No sabía que no iba a llegar a las montañas.

Tampoco sabía que iba a pasar toda la noche de fin de año en vela y con una angustia tremenda.

Pero lo que sí sabía es que, a pesar de todos los malos ratos, pasé el 31 agradeciendo a la gente a la que quiero.

Después, entré en modo guerrero de nuevo.

Muchas veces me ha tocado, ya no es nuevo. Me siento cómodo en ese estado, aunque genera mucha tensión y sea agotador.

Finalmente, las cosas salieron “no mal”, puedo reírme de lo sucedido y contar una aventura más, de aquellas que suceden cuando Vives Distinto.

¿Quieres saber qué pasó?

Te cuento toda la historia, cual trovador, en el episodio.