Este pasaje presenta la Parábola de la Higuera Estéril de San Lucas, un espejo espiritual donde Dios, el dueño de la viña, busca fruto vivo en el alma—es decir, obras de amor y justicia. La reflexión enfatiza que la higuera, que somos nosotros, ha sido plantada en un lugar privilegiado, pero el dueño se frustra al verla ocupar la tierra inútilmente por su falta de conversión. No obstante, el viñador, que simboliza a Cristo, intercede y pide un año más de gracia, comprometiéndose a realizar el duro trabajo de abonar el alma con los Sacramentos y la Misericordia. El texto concluye con la urgencia de que la vida espiritual es una cosecha que requiere acción concreta y aprovechar este ultimátum de la Gracia.