8 de febrero de 1996 Publicado en NakamotoInstitute.org
Gobiernos del Mundo Industrial, gigantes cansados de carne y acero, vengo del Ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, les pido del pasado que nos dejen en paz. No son bienvenido entre nosotros. No tienen soberanía donde nos reunimos.
No tenemos un gobierno electo, ni es probable que lo tengamos, así que me dirijo a ustedes sin mayor autoridad que aquella con la que siempre habla la libertad misma. Declaro que el espacio social global que estamos construyendo es naturalmente independiente de las tiranías que buscan imponernos. No tienen ningún derecho moral para gobernarnos ni poseen ningún método de aplicación que tengamos verdaderas razones para temer.
Los gobiernos derivan sus justos poderes del consentimiento de los gobernados. No han solicitado ni recibido el nuestro. No les invitamos. No nos conocen, ni conocen nuestro mundo. El ciberespacio no se encuentra dentro de sus fronteras. No piensen que pueden construirlo, como si fuera un proyecto de construcción pública. No se puede. Es un acto de la naturaleza y crece a través de nuestras acciones colectivas.
No se han involucrado en nuestra gran y reunida conversación, ni crearon la riqueza de nuestros mercados. Desconocéis nuestra cultura, nuestra ética, o los códigos no escritos que ya dotan a nuestra sociedad de más orden del que podría obtener con cualquiera de vuestras imposiciones.
Afirman que hay problemas entre nosotros que deben resolver. Usan este reclamo como una excusa para invadir nuestros recintos. Muchos de estos problemas no existen. Donde haya conflictos reales, donde haya errores, los identificaremos y los abordaremos con nuestros medios. Estamos formando nuestro propio Contrato Social. Este gobierno surgirá de acuerdo a las condiciones de nuestro mundo, no el de ustedes. Nuestro mundo es diferente.
El ciberespacio consta de transacciones, relaciones y el pensamiento mismo, dispuesto como una onda estacionaria en la red de nuestras comunicaciones. El nuestro es un mundo que está en todas partes y en ninguna, pero no es donde viven los cuerpos.
Estamos creando un mundo en el que todos puedan entrar sin privilegios ni prejuicios otorgados por raza, poder económico, fuerza militar o lugar de nacimiento.
Estamos creando un mundo en el que cualquier persona, en cualquier lugar, pueda expresar sus creencias, sin importar cuán singulares sean, sin temor a ser obligado a guardar silencio o conformidad.
Sus conceptos legales de propiedad, expresión, identidad, movimiento y contexto no se aplican a nosotros. Todos están basados en la materia, y aquí no hay materia.
Nuestras identidades no tienen cuerpos, por lo que, a diferencia de ustedes, no podemos obtener el orden mediante la coerción física. Creemos que de la ética, el interés propio ilustrado y el bien común surgirá nuestro gobierno. Nuestras identidades pueden estar distribuidas en muchas de sus jurisdicciones. La única ley que todas nuestras culturas constituyentes generalmente reconocerían es la Regla de Oro. Esperamos poder construir nuestras soluciones particulares sobre esa base. Pero no podemos aceptar las soluciones que intentan imponer.
En Estados Unidos ustedes han creado hoy una ley, la Ley de Reforma de las Telecomunicaciones, que repudia su propia Constitución e insulta los sueños de Jefferson, Washington, Mill, Madison, DeToqueville y Brandeis. Estos sueños deben ahora nacer de nuevo en nosotros.
Tienen miedo de sus propios hijos, ya que son nativos en un mundo donde ustedes siempre serán inmigrantes. Debido a que les temen, confían a sus burocracias las responsabilidades de los padres que son demasiado cobardes para enfrentar. En nuestro mundo, todos los sentimientos y expresiones d