LA VOZ QUE FUE UN SUSPIRO-23
He venido de ser aire en las calles
Invisible penacho de balcones,
escondido detrás de los pecados,
triste salto de inviernos y de soles,
he devuelto palabra por palabra
y alegrías a cambio de miserias,
dejando aquí en la tierra los desprecios,
regalando el dolor en almohadas,
he querido tener sin menosprecio
el todo por el todo de los otros,
y he robado sonrisas de los niños
cambiando hambre y dolor callando gritos,
cerrándoles las puertas a llanuras
abriendo un camino imperceptible.
He venido a ser oscuro y solitario
vistiendo telas que fueron siempre señoriales
para pisar mármoles del lacio, dormir en sedas
y degustar placeres avísales.
Por mi no han pasado días oscuros
he bebido de todos, de su sangre,
y he brindado por mis hechos deleznables
sin importarme nunca una sentencia
del vencido y humillado de los gestos
que he creado trayéndoles la sombra
a infelices sin voz, sin desparpajo,
venciendo su tesón por liberarse
del mal que he engendrado en mi venida.
No me importa nacer cada cien años
para volver a sembrar de suciedad,
destrozar cada tiempo los peldaños
de aquellos que buscan libertad.
El mal está en nosotros sin deriva,
sin meta, sin aroma, escondido en el alma
de los hombres, en la arena que duerme
en su saliva como en boca de bestias,
sin ninguna experiencia, ni una caricia
en el grito de un beso, ni en la clemencia
del mustio deseo del corazón.
Alla donde muere la vida y lo profano
se olvida la vida de lo humano
dejando rienda suelta a los defectos,
escondiendo en tierra las virtudes
quedando ilusiones e inquietudes
derramadas al paso de los siglos,
viéndose huir como un extraño
el tiempo escapándose de nuevo
como arena en las manos, ceniza
que se aleja hacia el cielo enfurecida,
tiñendo la duda del color con que
acaba la vida un ermitaño.
Me sugiero a la vuelta de otros siglos
no volver de la mano de las bestias
que aprovechan cada vida en beneficio,
dejar que se escape la esperanza por caminos
mejores, mesetarios, sin la nieve en las almas.
Antes fueron infiernos y serpientes, ladrones
que sembraron esta tierra de carroña,
no supieron gobernar por el amor
inventaron solo una vida fratricida
sin canciones, sin luces en el alma,
solo fatuos deseos de volar gracias a aquellos
que alimentaron siempre confiadas tiranías,
dejando sueltos por los prados los instintos,
los reptiles, bípedos canallas acostumbrados
a vivir en la traición.
Chema Muñoz©