LA VOZ QUE FUE UN SUSPIRO-14
Y llego la tarde escondida en la derrota,
testigo de sombras, de historias vacías,
de traición al mar, al hombre, a golpes de gritos
con la duración de un infinito dolor, resguardándose
en razones sin motivos ni la razón adecuada.
Los rencores andan leguas en el tiempo
para cobrarse de orgullos ajenos las afrentas,
los celos y las envidias, logros nunca conseguidos
con el trabajo en racimos o con los méritos propios,
alegando ser de ellos con venganzas por el miedo
de no saber dar una pisada despierta, por dormirse en las batuecas
y por acciones inciertas o por no pedir ayuda obstinados en su afrenta.
El invierno trae espinas en un abrazo muy lento
cuando se esconden los soles que a diario van huyendo
a tiempos más paraísos y la luna se despierta más tarde
cada momento con alfombras de hojas secas
que caen durmiéndose al suelo.
Se vienen los desconsuelos tras los pecados de inútiles,
ese bochornoso engendro que ponemos en las riendas,
en los mástiles de naves que no soportan los vientos,
bebiéndose nuestra sangre en copas de nuestros miedos
por creerlos los mas sabios y ser solo humo negro.
Esos que miran al mundo solo por el agujero
que les deja el egoísmo sin mirar por un mañana,
que nacen con la costumbre de vivir como pirañas,
son serpientes, alimañas que van secando la vida,
que se comen entrañas ahogándose las gargantas,
camuflándose en las sombras engañando con palabras
a todo desaprensivo que les abre las ventanas
creyéndose sus mentiras, sus trucos, sus engaños,
su infamia, su insidia, su delación su perjurio
creyendo sus felonías.
Chema Muñoz ©