Su voz entonada, su estirpe de clásico, su hermandad musical con Charly García, su calidad compositiva, su buen gusto, su trayectoria, lo convierten en una figura emblemática del rock nacional. Fundador de Sui Generis y PorsuiGieco, luego el liderazgo en varios grupos, y su definitiva condición de solista proyectado a la escena latinoamericana, con afincamientos en Miami y en Buenos Aires, encuentran a Nito estabilizado, con plenitud artística y de vida. Revaloriza su pasado de juventud, es autocrítico con el alcoholismo que padeció, pero se reconforta por haber dado vuelta la página, “con silenciosa ética”.