Este amante del tango, “oriental y porteño”, como gusta definirse, vive en estado de poeta, con elegancia, delicadeza y lirismo en los múltiples focos temáticos que disparan sus obras; con la estética asombrosa en el festival de metáforas que acumula, como cuando define a Troilo que “camina derecho por atriles torcidos”. Horacio es también un dandy, un paciente cazador de situaciones que funde en términos de poesía, ensayos, notas periodísticas. Y las declama. Piensa, estudia, divulga, crea desde chico; amigo de Troilo y de tantos otros, tiene una fabulosa cantidad de letras, pero su emblemática asociación con Piazzola y su “Balada para un loco”, le dieron un definitivo cambio de estética al tango.