Samuel es un niño en el cuerpo de un hombre de 27 años. Sonríe con una sonrisa exagerada, incluso cuando los ojos se le llenan de lágrimas. Según su madre, siendo él muy pequeño contrajo una enfermedad que le dejó evidentes secuelas mentales. Habita la más vívida pobreza, en un cantón del municipio de San Pedro Perulapán, donde comparte vivienda con sus dos padres ancianos, su hermana y sus sobrinos. Samuel fue arrestado a pesar de su condición y, durante 13 meses fue tratado con una crueldad sin concesiones: recibió palizas de los custodios, castigos humillantes, sus compañeros de celda robaron su comida y sus medicinas y fue forzado a vivir en condiciones aberrantes. Asegura haber visto a varios compañeros de celda suicidarse ahorcándose. Esos muertos aún lo persiguen por las noches. No hay en Samuel rencor contra sus captores y su forma de relatar lo ocurrido, delata al niño que habla.