El dolor forja la voluntad
pero también lo hace la ternura
y el bien obrar, el reconocimiento
la paciencia y la bondad al enseñar
no todos los alumnos tienen los mismos temperamentos
ni los mismos dones, ni los mismos talentos
por ello es un arte educar
conociendo y midiendo la presión,
el estrés, la bondad y la fe necesarias
para hacer que el brillo fluya
de la persona al educar.
Así también el aprendizaje autónomo
requiere de comprender
reglas básicas del ser:
entre más fuerzas una cuerda,
lo único que logras es tensarla
a veces el dolor como recompensa
no es la finalidad ni la esencia.
Lo propio de la virtud es
que las acciones que emprendemos
nos sean fáciles, gratas y convenientes
transformando así nuestra identidad
haciendo fluir nuestras energías
en la construcción de una mejor realidad.