Vivimos en un mundo caído, marcado por el pecado y la maldad, donde el ser humano se aleja de Dios buscando solo satisfacer sus propios deseos sin preocuparse por agradarle. Sin embargo, nosotros, únicamente por la gracia y la misericordia de Dios, hemos sido redimidos y perdonados de nuestra maldad, transformados en nuevas criaturas para Su gloria. Por eso, podemos vivir seguros, tranquilos y confiados en quién es nuestro Dios, alineados con Su Palabra y con el anhelo de adorarle en todo lo que somos y en todo lo que hacemos.