Todo lo terrenal es pasajero, inestable y limitado. Ni las riquezas, ni el poder, ni la sabiduría humana, ni las alianzas políticas pueden ofrecer seguridad verdadera ni salvación duradera. El corazón que se apoya en lo temporal se desvía del Dios eterno, quien es la única fuente de vida, protección y esperanza. La verdadera sabiduría radica en reconocer que solo Dios es digno de confianza: Él es fiel, poderoso y justo, mientras todo lo demás se desvanece como sombra. Sólo en Dios hay un fundamento firme, porque lo que Él promete, lo cumple; y lo que Él edifica, permanece para siempre.