El acuerdo final del encuentro climático que se realizó en la ciudad brasileña de Belém no se refirió a cómo abandonar el petróleo, el gas y el carbón; a pesar de que en un inicio se planteaba la posibilidad de pactar una hoja de ruta al respecto. ¿Qué pasó? En esta edición de Medio Ambiente repasamos lo más destacado.
Sin una hoja de ruta sobre cómo abandonar los combustibles fósiles y acabar con la deforestación. Ese fue el final de la COP30, la cumbre climática de la ONU que se realizó en Brasil del 10 al 22 de noviembre.
Aunque figuraban en el primer borrador, en el texto final aprobado se eliminó por completo cualquier referencia a los combustibles fósiles, en gran medida por la presión de los países árabes liderados por Arabia Saudita.
La falta de referencia se dio a pesar de que hace dos años, en la COP28 de Dubái, todas las partes de la COP se comprometieron a eliminar progresivamente el petróleo, el gas y el carbón.
Ante este silencio, Colombia expresó su rechazo y denunció falta de transparencia en el procedimiento, pues Brasil impulsó parte de las discusiones a puerta cerrada y con grupos específicos.
“La COP de la verdad no puede respaldar un resultado que ignora la ciencia. Según el IPCC, cerca del 75% de las emisiones globales de CO2 vienen de los combustibles fósiles. No hay mitigación si no podemos discutir el abandono de combustibles fósiles con medios de implementación en una manera justa, ordenada y equitativa”, señaló en la plenaria final Daniela Durán, delegada de Colombia en la COP30.
A pesar de la ausencia de los fósiles en el acuerdo, la presión se mantiene. Brasil, que tiene la presidencia de la COP durante un año más, se comprometió a crear las hojas de ruta de fósiles y de deforestación y ya está trabajando para llevarlas fortalecidas a la COP31, que se realizará en Turquía en el 2026.
Por su parte, Colombia y Países Bajos organizarán en abril del próximo año la primera conferencia internacional para discutir cómo abandonar el petróleo, el gas y el carbón.
Adicionalmente, el Gobierno colombiano lideró la llamada Declaración de Belém para incentivar acciones en ese mismo camino y ya cuenta con el respaldo de poco más de 20 países.
Este liderazgo se resalta especialmente por ser un país petrolero que intenta hacer la transición, como explicó a France 24 la exministra de Ambiente de Colombia, Susana Muhamad.
“Colombia ha logrado mostrar que es posible. La exportación de carbón y café juntos este año ha generado menos ingresos que el turismo por naturaleza. Empezar a generar valor agregado en nuestro país es la salida y se muestra que sí se puede. Tenemos obstáculos con el Fondo Monetario Internacional y el problema de la deuda porque cada vez aumenta más la deuda y hay menos espacio fiscal para las inversiones que se necesitan en diversificación. Porque apenas decimos que dejaremos de explorar, el Fondo Monetario empieza a preguntar con qué se va a pagar esa deuda. Por eso hemos exigido un cambio de ese marco macroeconómico que incluya las necesidades de la transición climática”, indicó Muhamad.
Sobre esa transición justa que menciona la exministra, en la COP acordaron crear un mecanismo para mejorar la cooperación internacional, la asistencia técnica y el intercambio de conocimientos. Un punto neurálgico, por ejemplo, es que se liberen las patentes para acceder a tecnologías de energías verdes, dominadas por China que tiene cerca de la mitad de las patentes del mundo. Esa liberación de la propiedad intelectual se asemeja a lo que ocurrió con las patentes de la vacuna contra el Covid-19 durante la pandemia.
“Y eso mismo pasa ahora con la tecnología para la transición energética. Hay unas tecnologías de baterías, de eficiencia energética, de paneles solares en donde a todos nos toca hacer una fila y gran parte de esta tecnología está concentrada en China. Ahora el mundo está haciendo fila para ir paso a paso. Y recordemos la desigualdad que se vio en la pandemia de Covid-19: cuáles son los países que van a entrar primero, qué dinero vale un poco más y qué dinero vale menos. A cuál le va a tomar más tiempo, a cuál le llegará una tecnología más rezagada. Y aquí entran estas tensiones geopolítica”, explicó Laura Montaño, coordinadora regional para América Latina y el Caribe en Resource Justice Network.
En la COP30 se comprometieron a triplicar la financiación de adaptación para 2035 Otro de los temas centrales de la COP30 era la adaptación. Aunque se acordó triplicar la financiación para 2035, el texto no obliga a los países a aportar dinero, sino que simplemente los invita a hacer un esfuerzo.
Además, la fecha límite se extendió cinco años más frente a la propuesta inicial de 2030.
Por otro lado, esta cumbre comenzó con una propuesta de 100 criterios sobre cómo medir los avances para que los países se adapten a la crisis climática. Pero los indicadores generaron tensión entre África y América Latina.
Los africanos quieren que se definan en Etiopía, durante la COP32, y continúan presionando para que se reconozca que ellos tienen “circunstancias especiales” por ser más vulnerables a climas extremos. Esto, de paso, les permitiría recibir más dinero.
Mientras que los latinos se oponen a esa denominación especial para África.
“Nos pareció importante hacer oír la voz de Latinoamérica, planteando la necesidad de financiamiento para la adaptación, de tener además un tratamiento igualitario y equitativo entre los distintos países en desarrollo. Todos los que tenemos circunstancias especiales de afectación y vulnerabilidad frente al cambio climático, y ponemos como ejemplo la reciente sequía que ha vivido Uruguay”, explicó a France 24 Edgardo Ortuño, ministro de Ambiente de Uruguay.
Otra de las grandes expectativas era que la COP30 integrara las Convenciones creadas en Río de Janeiro hace más de 30 años: la del clima, la de biodiversidad y la de desertificación de las tierras. Pero eso no se logró, en parte, por el rechazo de Arabia Saudita, aunque sí se abrió un espacio para que los países puedan debatir esa sinergia el próximo año.
“Desafortunadamente, a pesar de la abrumadora mayoría de gobiernos de países desarrollados y en desarrollo que reconocen la urgencia de actuar; vimos al sospechoso de siempre y a sus amigos bloquear esto, no de buena fe... hicieron una docena de intervenciones en un solo periodo de negociación y no estuvieron dispuestos a comprometerse ni a apoyar a la mayoría que sí reconoce que los retos de clima, naturaleza y tierra están vinculados, y su implementación y políticas también necesitan estarlo”, dijo Cathy Yitong Li, Gerente sénior de Políticas de Clima y Energía en BirdLife.
Panamá ha sido uno de los países que más ha presionado para lograr la sinergia de las Convenciones. Juan Carlos Monterrey, representante especial para Clima de Panamá y jefe de la delegación de negociación de su país en la COP30 explicó a France 24 que si se vincularan estas convenciones, en la práctica todo sería más ágil.
“Necesitamos que estas convenciones se hablen entre sí porque nos estamos ahogando en el papel y en la burocracia. Hablamos siempre de las tres convenciones de Río pero hay más de 15 convenciones ambientales y de salud que le exigen a países como Panamá al menos tres reportes en un periodo de cinco años. Tres por 15, son 45 reportes. Nos estamos convirtiendo en casas editoriales, que publican reportes y no autoridades de acción en terreno porque pasamos demasiado tiempo en este proceso”, concluyó.
Tanto la sinergia como la posibilidad de discutir dos hojas de ruta sobre cómo abandonar los combustibles fósiles y frenar la deforestación pueden llegar de nuevo a la mesa de la negociación climática el próximo año. Todo dependerá de los avances que se logren de aquí a la COP31 y del liderazgo que ejerzan los negociadores y las organizaciones sociales.