Es curioso que, a pesar de tener un ritmo de
publicaciones de álbumes, giras, grabaciones de directos y de ser uno de los
pilares absolutos del pop latino de finales de los ’90, sea difícil enterarse de
los movimientos de un artista de la talla de Elvis Crespo, pilar del merengue
tardo-noventero.
Sin embargo, el puertorriqueño, aunque nunca superó el
éxito fulminante de sus dos primeros discos (“Suavemente” y “Píntame”, dos
colecciones definitivas de éxitos merengueros fusión de finales del siglo XX),
no ha parado quieto, especialmente en los últimos seis años: ocho discos
publicados, entre repertorio nuevo, directos, recopilatorios o curiosos
experimentos como el que ahora nos trae: una especie de rework de uno de sus
mejores repertorios y, sin embargo, uno de esos discos que no hizo todo el
ruido que merecía.
Nos referimos a “Regresó el jefe”, un álbum publicado en
2007, en un momento en el que la popularidad de Crespo ya dejaba de ser lo que
fue unos años antes, y en el que intentaba revolucionar el sonido del merengue
comercial a través de varios movimientos. El único que sonó un poco fue el hit “La
foto se me borró”, donde se acercaba a la bachata; pero, por lo general, el
repertorio pasó sin pena ni gloria.
De ahí que “Regresó el Jefe 2.0” sea una
reivindicación no solo de aquellas canciones, que regrabó y en la que aprovechó
parte de las grabaciones y colaboraciones originales, sino de sus orígenes
(recuperando dos formaciones como el Grupo Manía o Los Hermanos Rosario, en los
que militó antes de su carrera en solitario) y, en medio de la omnipresencia
del reggaetón, reivindicar el merengue fusión, ese que bebe de la bachata, del
mambo, del reggaetón antiguo y del pop latino con ese Sonido Miami que expandió
la Miami Sound Machine y Gloria Estefan desde finales de los años ’80.
Ahí aparecen auténticos hits en clave bachatera y
merenguera como “La foto se me borró”, versiones en clave merengue acelerado como
el de “Los caminos de la vida”, duetos para bailar apretado como el “Te veo
triste” junto a Gisselle, tics folclóricos como el del “Bambaribiri” junto a
Ñejo o un “Así es la vida” que bien podría cantar un Rubén Blades posmoderno.