Del mismo modo que cambió la dimensión, el alcance y la
influencia de Él mató a un policía motorizado, también lo ha hecho la de su
indiscutible líder, Santiago Barrionuevo, más conocido como Santiago Motorizado.
Ya no se lo percibe solamente como el líder de una de las bandas más
influyentes del rock argentino de la última década larga, sino como un icono de
la independencia, como un productor capaz de trabajar con artistas de la talla
de Amaia, componer bandas sonoras o, ahora ya formalmente, bifurcar su carrera buscando
nuevos horizontes expresivos.
Y lo encuentra en “Canciones sobre una casa, cuatro
amigos y un perro”, una suerte de banda sonora paralela a la banda sonora que publicó
hace unas semanas con Él mató, titulada “Unas vacaciones raras”, ambas para
la icónica serie argentina “Okupas”, un fenómeno del audiovisual argentino del
año 2000 que se remasterizó y se convirtió en un fenómeno póstumo y global en Netflix
estos últimos meses.
Está claro que no eran necesarias dos bandas sonoras para
una serie que, además, ya tenía parte de su banda sonora heredada de su emisión
original hace algo más de dos décadas; pero está claro que Santiago Motorizado
sí se alimentó de ese universo de amistad, marginalidad, presión social y
fraternidad de la serie “Okupas”; y el resultado es una vorágine creativa
que acabó plasmando ahora en un nuevo álbum en solitario que, como ya
sucediera con la banda sonora “La muerte no existe y el amor tampoco” que supuso
su primer ejercicio en solitario, en éste se percibe un margen de libertad y
cancionismo más elevado.
Y es que, si con su banda madre se caracterizan por
apelar a un rock de corte cósmico, a medio camino entre la psicodelia y la
boutade física; en este nuevo álbum en solitario, excepto fugas muy puntuales
como “Buena suerte”, “El Negro Pablo” o “Una casa”, Santiago se permite
licencias que serían, ahora mismo, imposibles bajo el manto de Él mató a un
policía motorizado.
Desde colaboraciones con iconos del rock argentino como Vicentico,
Jorge Serrano, Daniel Melingo o Sergio Rotman, entre otros; hasta, y sobre
todo, una variable de estilos que rompen la mátrix de lo que tenemos pensado
que sabe hacer Santiago: desde ejercicios de canción melódico
al estilo Leonardo Favio actualizado (“Polvo de estrellas”) hasta
canciones que hacen guiños al rock rollinga de Viejas Locas (“No puedo
parar”) o al rock barrial noventero (“Tanto tonto”), al dub místico
(“El Pollo”), folclore argentino que va de la zamba (“Muchacha de los
ojos negros” o “Un día no vas a estar”) a la chacarera (“Hacia el norte”),
cumbia (“Tonto corazón”, “Bandera blanca”, “No hay lugar para nadie más” o “El
fuego cálido”) y hasta tango (“La Juventud”).
Alan Queipo.