“Acumulamos folclores y acentos que nunca mamamos de
niños en nuestro colchón”, canta Pucho en “La Virgen de la
Humanidad”, uno de los sencillos más celebrados del nuevo disco de Vetusta
Morla. Y no un disco cualquiera: un nuevo intento de la banda alternativa más
masiva de España de moverse de su sitio. Y una manera de que aquello que
acumularon sin expresar, ahora lo vomiten en uno de sus mejores discos hasta la
fecha.
Ya lo habían intentado en el irregular “Mismo sitio,
distinto lugar”, un álbum producido por el célebre Dave Fridmann (productor de
Tame Impala) que sirvió para sacarlos de su zona de confort sonora y tratar de
revolucionarse a sí mismos para revolucionar a los demás, pero cuyo repertorio
no los acompañaba del todo. La recepción de la crítica fue algo fría, y para su
público, que siguió creciendo en número (el álbum lo presentaron ante casi
40.000 personas en La Caja Mágica: un hito histórico), no es un disco que se
antoje como básico en su discografía.
Con “Cable a tierra”, y parafraseando la frase con la que
empezaba el artículo, se nos presenta el nuevo registro del combo tricantino
como “su disco folclórico”. Una suerte de apellido con vocación de clickbait
que no busca la literalidad, pero sí la evidente intención que tienen en su
cancionero: la influencia tanto de ritmos tradicionales de diferentes
territorios de España, como de la influencia que el rock y los ritmos
latinoamericanos han ido marcando el devenir sonoro de la banda.
Ya habían hecho gestos en discos anteriores a esa
influencia tanto folclórica como latinófila en canciones como “Maldita dulzura”,
“¡Alto!”, “23 de junio” o “En el río”, entre otras; pero lo cierto es que,
aunque Vetusta Morla no pierden esa épica y esa intensidad in crescendo que
los caracteriza y que los ha convertido en una de las bandas más importantes de
la historia de la música española y del movimiento mal llamado ‘indie’; sí que
se nota el ejercicio de estilo de acercar su registro a texturas, ritmos y
cadencias propios de la música tradicional. Desde el título, en alusión a
la conexión con la tierra pero también con un clásico de Fito Páez del mismo
título (“Cable a tierra”) dejan entrever ese juego de tics y referencias.
Algo que se hace canción tanto cuando en “Finisterre”
tiran de panderetas y de un ritmo que se debate entre una zamba argentina y una
muiñeira gallega; como cuando en “La Virgen de la Humanidad” parafrasean a
Charly García en un armazón casi de tumbao arrancherado; cuando en “Puñalada
trapera” deconstruyen un carnavalito andino; cuando en “La Diana” resuena una
inspiración fronteriza y tex-mex; cuando cantan una suerte de neo-serenata en “Si
te quiebras”; o cuando en “No seré yo” crean un edificio de ritmos y armonías que
rehacen la idea de canción popular iberoamericana; Vetusta Morla consiguen
moverse de su sitio y resignificar los códigos de las tradiciones latinas y
hacer de la música de antes de ayer una vía de acceso directa al pasado mañana.
Alan Queipo.