Ha forjado su identidad y su expansión desde la
independencia; es un referente del nuevo pop en España, heredado de la música
urbana; sus cifras se llevan contando por millones en plataformas de streaming
desde hace años; y es uno de los bastiones de la nueva era discográfica de Sony
Music en España. No, no hablo de C. Tangana: hablo de Rels B.
Uno tiene el ojo mediático puesto permanentemente, cada
movimiento, cada tuit, cada tema parece que cotiza en la bolsa de valores de la
opinión pública. El otro, parece que pasa desapercibido pero, de los dos, es
el único que se ha medido ante grandes pabellones y el único de los dos que,
año tras año, sigue publicando álbum religiosamente, lejos del mundanal ruido
de la vida virtual.
Como regalito de fin de año,
cuando todas las listas de lo mejor del año siguen apostando fuerte por la
música de guitarras y artistas de hace casi una década, Rels B lanza un triple
sobre la bocina de final de año, como hiciera Bad Bunny hace un par de años con
“X 100PRE”, y presenta “LA ISLA LP”, un sexto ejercicio discográfico que
sigue profundizando en las cadencias rítmicas de la música urbana latina, pero
desde la elegancia y la pulcritud de unas producciones limpias y absolutamente
redondas.
Si bien quizá la escucha se hace algo homogénea en los
diez cortes que componen lo nuevo del mallorquín, con ese patrón de medio
tiempo como de crooner reggaetonero, el álbum pone de manifiesto la categoría
de una producción que nos presenta a un artista que se sale cada vez más del
molde de artista urbano y cada vez se acerca más a disputarle el registro a
artistas como Enrique Iglesias, Sebastián Yatra o Mau y Ricky; pero sin ese
empaque de plástico descartable que muchos de estos suelen tener en sus temas.
Como muestra, se acerca a una suerte de tumbao posmoderno
de aire caribeño y vocación de hit universal (“Una cumbia triste”), recuerda al
Julio Iglesias de “Agua dulce, agua salá” (“La última canción”), se acerca al
registro neosalsero de Nathy Peluso en un reggaetón abolerado (“Lágrimas de
cocodrilo”), pilla guitarras bachateras y parafrasea a Joan Manuel Serrat (“Yo
tengo un ángel”) y firma dos curiosas coaliciones con Morad (en su aproximación
al reggae-sin-tón “No te imaginas”) y Kaydy Cain (en la romanticona
“Culpable”).
Alan Queipo