La paternidad de Dios no es automática por el hecho de nacer en este mundo. Eso no quita que
Dios tenga el deseo y la capacidad de ejercer esa paternidad sobre cada uno. Sin embargo, hay
un comienzo para todo.

Dios no está lejos. Dios está cerca, y la prueba de ello es Jesucristo. Pero no solo por el hecho de que estuvo, en tiempo pasado, entre nosotros, sino, como él mismo dijo para quienes así lo deseen: "yo estaré con vosotros siempre"(Mt 28:20).

Puesto que nadie conseguía alcanzar, ni siquiera, los estándares mínimos necesarios para acceder a la presencia del Todopoderoso, él mismo, en la persona de Jesucristo, descendió, y pagó con su vida el precio de acceso requerido para todos y cada uno de nosotros.

Vivimos de los momentos de alegrías. Son a menudo el balón de oxígeno que necesitamos en un mundo que es asfixiante y muy exigente. Esas pequeñas, o grandes ocasiones, en las que parece que la vida nos sonríe.