Felipe y el Eunuco (Hechos 8:26-39)

Parte del cambio que tenía que ocurrir en el corazón de la comunidad de la Iglesia era abrirse a una realidad particular: los gentiles. Los judios y los gentiles tenían poco en común. Y aunque Cristo les había mostrado que su misión principal era anunciar la buena nueva al Pueblo Elegido, tampoco huyó de encuentros con los gentiles. En este pasaje, tenemos un hombre con mucha sed de conocer aquella plenitud que fue revelada en Jesús. Dios nunca va a dejar de suscitar y al mismo tiempo saciar esta sed en nosotros, porque él mismo es el fuente de donde brota nuestro deseo y donde también podemos ir para beber. Como decía Isaías, “Vengan a las aguas todos los que tengan sed! ¡Vengan a comprar y a comer los que no tengan dinero! Vengan, compren vino y leche sin pago alguno.” (Isaías 55:1)

Felipe en Samaria (Hechos 8:1-21)

San Lucas hace un giro en su narración. Hasta este punto Jerusalén ha recibido el enfoque. Pero en la mente del evangelista Lucas, esta ciudad siempre ha sido solo un punto de partida. A raíz de las persecuciones, Dios quiere arrojar luz también en las aldeas más lejanas. Y mientras la comunidad con tristeza sepultan al diácono Esteban, el primer mártir de la Iglesia, Dios va sembrando las semillas de la resurrección. Grandes personajes están por entrar en el escenario, porque solo un Dios tan creativo puede escribir un renglón tan sorprendente para la historia de la salvación.

El Arresto y Martirio de Esteban (Hechos 6:8-15 + 7:51-60)

Las tensiones, las envidias, y los recelos siguen aumentando en Jerusalén mientras la comunidad sigue proclamando el mensaje de Cristo. La historia del arresto y la muerte de Esteban es un pasaje fundamental en la historia del cristianismo temprano. Representa el primer martirio registrado en el Nuevo Testamento y sirve como un poderoso ejemplo de fidelidad hasta el final.

Los Siete Diáconos (Hechos 6:1-7)

La iglesia en Jerusalén crece y camina ahora con confianza. Pero nuevos niveles traen bendiciones y retos al mismo tiempo, no puedes tener uno sin el otro. Los apóstoles ahora tienen que poner forma a esa inspiración inicial que habían recibido de Cristo, sino, corren el riesgo de ser solo un movimiento local y parcial. Pero Cristo no quiso que su iglesia fuera solo una respuesta parcial a la gran sed de la humanidad. En este episodio contemplamos cómo afrontar los retos de crecimiento tanto en la iglesia joven como en tu vida personal.

Todo en Común (Hechos 4:32-37 + 5:12-16)

Estamos en un periodo fundamental para la iglesia. Es un momento que podemos llamar ‘carismático,’  donde el Espíritu Santo, en un modo particular está derramando su dones y bendiciones. Pero algo más profundo caracterizaba aquellas comunidades: la unión de corazones. Cristo había rezado, “para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.” (Juan 17:21)

Pedro y Juan delante del Sanhedrin (Hechos 4:1-12)

Ser discípulo de Cristo tiene sus grandes momentos, imposible negarlo. La euforia y energía que llenaba los corazones de Pedro y Juan reciben su reto cuando los sumos sacerdotes y fariseos se enteraron de la sanación del paralítico y del discurso apostolico. Pero ese fuego misionero no se puede apagar delante de las amenazas, porque en el corazón del apóstol arde el consuelo continuo de la resurrección y las palabras del buen Pastor que dice, “Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.” (Mateo 28:20)

Pedro sana a un Mendigo (Hechos 3: 1-10)

Para producir un cambio, necesitas que el Espíritu Santo disrumpe tus estructuras actuales, esas limitaciones personales que tú mismo te has impuesto, diciendo que tu no puedes y sobre todo que Dios no puede. En este pasaje, contemplamos a dos discípulos: Pedro y Juan. Sin duda, son discípulos disruptivos, evangelizadores que realmente son capaces de transformar vidas, actitudes, y comunidades. Todo eso, porque invocan al gran nombre de Jesús, quien es capaz de sacudir sistemas personales, religiosos, y políticos.

La Iglesia Primitiva (Hechos 2:41-47)

Muchas veces cuando decimos la palabra “Iglesia” hoy, pensamos en muchas cosas, como una parroquia, una iglesia en particular, o el Pueblo de Dios. Pero para esta comunidad joven y carismática, la experiencia de ser iglesia era algo que tenían que ir descubriendo. Seguro se sentían como si tenía que ir corriendo para alcanzar la impetuosidad de la gracia y acción del Espíritu Santo. Veían como crecía la comunidad, y esa comunidad tenemos la semillas de salvación y el testimonio de un fervor apostolico que no se podía contener.

El Primer Discurso Apostolico (Hechos 2:14-39)

Fortalecidos con el poder y el fuego del Espíritu Santo, la joven comunidad de los apóstoles salen a proclamar la buena nueva. Ellos habrán tenido el tiempo de meditar la palabra de Dios contemplando sus grandes acciones a lo largo de la historia de salvación. Ellos serán los anunciadores de la nueva alianza, testigos del amor de Cristo. Con la humanidad simbólicamente reunida delante de ellos, Pedro toma la palabra y empieza un nuevo capítulo en la historia de salvación. 

Pentecostés (Hechos 2:1-11)

Estamos en un momento crucial de la vida de la iglesia joven, donde se cumplen tantas figuras teológicas y recordamos muchas historias del Antiguo Testamento. Dios aquí cumple sus promesas de manera definitiva, dándonos la plenitud de las gracias en el Espíritu Santo. Nada va a transformar las mentes y corazones de los apóstoles como aquel viento impetuoso de Dios que quiere hacer nuevas todas las cosas.