El divorcio y la ruptura familiar son realidades dolorosas que afectan profundamente a las personas, especialmente a los hijos. Pablo, quien creció en una familia rota, vivió en medio del abandono y la desesperación, luchando contra pensamientos suicidas y adicciones. Sin embargo, al buscar respuestas, encontró consuelo en la palabra de Dios, específicamente en el versículo "Aunque mi padre y mi madre me dejaren, con todo, el Señor me recogerá" (Salmo 27:10). Este versículo lo ayudó a sanar sus heridas y experimentar la transformación que solo Cristo puede traer. Hoy, Pablo vive con esperanza y perdón, recordándonos que, a pesar de las dificultades familiares, Dios nunca nos abandona.