Airton nació en los años 80, y aunque vino al mundo sin la vista, su historia está llena de esperanza. A pesar del diagnóstico duro, su familia no se rindió. Lo rodearon de amor, buscaron nuevas oportunidades y encontraron consuelo en una promesa de Jesús: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12). Esta luz transformó sus vidas, mostrándoles que, aunque no podía ver con los ojos, Airton caminaba guiado por la verdadera luz: la de Cristo. Una historia que nos recuerda que, aun en la oscuridad, hay esperanza.