Se nos va de ojo que la elección entre lo mejor y lo bueno, salvo que nos venga dada, incorpora modelos de conducta distintos porque definen patrones de personalidad diferentes.

Ante el cúmulo estímulos y ofertas que recibimos de continuo tendemos a asociar lo mejor con lo bueno, y viceversa, cuando son dos enfoques dispares ante la vida.

Y lo son porque lo mejor es siempre opinable y por lo tanto pragmático e individualista, que esconde la búsqueda de lo exclusivo, de lo excluyente y por lo tanto egoísta, puede convertirse en una obsesión pues la búsqueda de lo mejor se retroalimenta eternamente así misma. Sin embargo, lo bueno es objetivo porque es mensurable y su beneficio se extiende más allá del disfrute puntual y personal, porque para su consecución requiere de esfuerzo y por tanto su beneficio se extiende más en el tiempo. Frente a la búsqueda de lo mejor que es siempre individualista y excluyente; lo bueno es más beneficioso porque se asienta en la empatía y en el compartir que ensanchan la mente y el alma. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que la ingeniería ontológica surge para articular el efecto que los avances tecno científicos tienen sobre los seres humanos y su visión trascendente de la vida.

Se trata de un conjunto de herramientas, metodologías y lenguajes que permiten desarrollar principios ontológicos para definir el impacto que sobre las personas tienen las llamadas tecnologías del conocimiento.

Su base de actuación son las nuevas áreas del saber cómo: la robótica, la computación, la integración inteligente de datos, la gestión de información y nuevos lenguajes, la educación por supuesto, la bioinformática, la inminente web semántica, y otras que ya son un hecho y más que están por venir. En Román paladino, la ingeniería ontológica está definiendo ya la manera de relacionarnos con unas tecnologías que afectan a nuestra cognición y consciencia, que van a desarrollar nuevas áreas para el hacer humano que van a cambiar la visión de nosotros mismos, del mundo y de la vida. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que manejar como un todo indisoluble los problemas que nos desbordan por su complejidad e implicaciones, no facilita su comprensión

Para entender su magnitud es mejor segmentarlos, dividirlos en partes, que luego relacionamos entre sí; porque de este modo, según el principio de granularidad, se valorará mejor su importancia propiciando la obtención de mejores conclusiones o soluciones.

Granularidad mental que relaja y que permite un mejor conocimiento de nosotros mismos, que se aplica en campos tan diversos como la fotografía o el audiovisual, mediante el análisis del grano o los pixeles que definen la calidad de la imagen; en el campo del almacenamiento de datos mediante tablas que permiten la extracción de conclusiones; o en el análisis de texto. Granularidad mental que es una regla nemotécnica para oxigenar la mente, y que podemos aplicar a todos los problemas con los que nos enfrentamos a diario en la vida y a los que hay que dar solución. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que la relación que establecemos entre consciente, subconsciente e inconsciente, determina en gran medida nuestra felicidad en la vida.

Según apuntó ya en 1930, el filósofo y premio Nobel, Bertran Rusell en su obra , estos tres elementos que definen la conducta, si están en desequilibrio, pueden hacer de nuestra vida un infierno.

Así, el consciente que gestiona el conocimiento de la realidad, y nuestros actos y sus efectos; no puede doblegarse al subconsciente para justificar errores vitales, porque el subconsciente se mueve en un mundo de una irrealidad forjada por la mente en los momentos de éxtasis y ensoñación. Y mucho menos acogerse al inconsciente que no tiene la facultad de reconocer la realidad, porque se mueve en ensoñaciones que no miden los actos y sus efectos. Así pues, es mejor armonizar el subconsciente y el inconsciente, a la visión consciente de la vida y aceptar que la frustración forma parte de esta vida para ser feliz. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que la ciencia viaja a velocidad luz y no deja de ofrecernos hallazgos que hablan de la inmensidad del orbe en el que se desarrolla vida humana.

Al descubrimiento de que el universo se expande, y que la materia oscura está cargada de energía; se une ahora el último dato sobre el confín del universo que se situaría en los 13.760 millones de años luz, según último eco cósmico captado del Bit Bang origen de todo.

Un dato que rompe con la idea precedente sobre la estructura y escala del universo que se situaba en la llamada muralla de Hércules, que fijaba ese confín en los 10.000 millones años luz. Son magnitudes con las que no contamos a diario, pero que no deberíamos de olvidar a la hora de enjuiciar las cosas que nos suceden: su valor y su significado. Al fin y al cabo, los seres humanos somos emoción, sentimiento, pensamiento e imaginación: que se expande y nos engrandece como lo hace el cosmos, y que no debemos dejar que nos roben, los seres de mundo pequeño que solo buscan imponer barreras y expandir una negatividad sobre y contra todo. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que en las sociedades desarrolladas resulta inevitable e insufrible la cantidad de publicidad que recibimos, cifrada entre 3.000 y 5.000 impactos publicitarios diarios, según los estudios de marketing comercial, que terminan por producir rechazo.

Circunstancia que no ven los publicistas, fiados en la idea de que la repetición y la asociación de una emoción al objeto que se publicita, estimula el impulso de compra.

De aquí surgen dos ideas para vender más. La publicidad aspiracional que asocia el objeto al anhelo del comprador por mejorar su estatus social, aunque sea de manera efímera: son los perfumes, los coches carísimos o los viajes idílicos inalcanzables. Y la publicidad inspiracional basada en el lema de; ¡tú puedes hacerlo por ti mismo!, que se convierte en un reto para el que adquiere ese objeto. Es el caso de una importante empresa sueca cuyos productos deben ser configurados por el propio comprador. Ambos modelos expanden el mensaje perverso de estratificar la sociedad y de afrontar la vida como retos efímeros sin ningún valor, que devalúan el esfuerzo y el anhelo por ampliar nuestro conocimiento. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que en la Grecia clásica el pensamiento cínico afirmaba que la civilización y su forma de vida era un mal, porque los humanos somos más libres y felices cuantas menos cosas necesitamos.

Hoy ese concepto ha mutado por un cinismo moderno forjado en la mercantilización de la vida en la que, según el filósofo alemán Peter Sloterdijk, tenemos a nuestro alcance la posibilidad de cumplir la máxima de saber es poder, pero no sabemos cómo llevarla a práctica.

Un cinismo moderno que diagnóstica el presente y el futuro desde una visión negativa y desesperanzada socialmente perniciosa, y más cuando se utiliza como estrategia política. Surge así lo que Sloterdijk define como un realismo perverso donde el saber es sustituido por el pensamiento y discurso pragmático, con frases e ideas que no están referenciadas al orden lógico de los hechos verificables. Hechos que se banalizan para hacer dudar a la mente, con el fin de sustituir la realidad objetiva por otra paralela. Realidad inventada con mensajes banales y sin complejos, sustentados en la mentira, la manipulación, la tergiversación, la impunidad y la víscera, donde todo vale. Mensajes que se reelaboran a diario con el fin de cumplir el objetivo de alcanzar el poder. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que el Metaverso, del que tanto oímos hablar, no se va a crear de la noche a la mañana, pues aún necesita un desarrollo completo tecnológicamente.

Ni es una absoluta novedad, pues bebe de la filosofía de la plataforma, Second Life, de 2003: crear un mundo virtual paralelo donde se puedan desarrollar las mismas actividades comerciales y sociales que en la vida real.

Espacio que nos venden como el entretenimiento del futuro, donde podremos intervenir con creaciones surgidas de nuestra propia mente. Sin embargo, se enmaraña así el objetivo final de desarrollar una economía virtual, paralela a la real y fuera del control de los Estados, porque en el Mataverso se funcionará con monedas virtuales compradas con dinero real; que generarán un beneficio para sus creadores: incontrolable. En paralelo, la posibilidad de crear representaciones de nosotros mismos por medio de avatares, abre la espita para una perfección ficticia de quiénes somos y lo que somos, que generará un espacio virtual engañoso sobre lo que es la vida real y nosotros mismos. ¿El Metaverso nos va a hacer más felices? ¿Abre la espita para ampliar nuestra vida o disgregará nuestra identidad? ¿Complejizará la vida ya compleja que llevamos? ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que la libertad de expresión es un derecho inalienable, sin duda, salvo cuando se agrede verbalmente con insultos, vejaciones o se incita a la violencia contra otras personas o colectivos.

Al amparo de este derecho incluso seres vacuos mentalmente y sin ningún valor artístico, pueden lanzar al mundo mensajes nauseabundos que sojuzgan y cosifican a la mujer u otros colectivos. Pero por el hecho de que puedan tener muchos seguidores, eso no mejora su cualidad ni justifica que ese mensaje venenoso, se difunda y propague con dinero público a través de instituciones y medios que pagamos con nuestros impuestos.

No se trata por tanto de un problema de censura y si de incapacidad, de falta de criterio y de desconocimiento por parte de los administradores públicos, que incluyen a estos provocadores de la nada en sus programas de fiestas y actividades culturales. Olvidan así que el dinero público está para hacer el bien público, y no para difundir mensajes que degradan a seres humanos. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que la Cuantofrenia es un concepto que expresa la estupidez del momento presente surgido en la universidad, pero extrapolable al conjunto de la sociedad.

Cuantofrenia que es la exacerbación del estudio cuantitativo de la enseñanza y de cualquier otro aspecto de la vida social, que nos encamina a un futuro guiado por la matemática, que anula la reflexión intelectual y da lugar a un conocimiento más débil y parcial de esa misma realidad.

Cuantofrenia que, según el profesor de la Universidad de Málaga, Andrés Villena, implica la muerte del intelectual y al auge del burócrata ilustrado. El efecto: un productivismo sin sentido, un hacer por hacer, que no valora la calidad de lo que se hace; porque la Cuantofrenia se dedica a una cuantificación de la realidad mediante la evaluación constante de profesores, alumnos, trabajadores o cualquiera otra profesión o actividad social del momento. Nos adentramos así en lo que semiólogo Jorge Lozano, definió como la enfermedad del presente, porque esa cuantificación constante de la realidad, no tiene en cuenta los valores contextuales que la estadística arrumba a favor del dato global, que se convierte así en el gran factótum, que guía la acción política, empresarial y personal. ¡Que no se te vaya de ojo!