Se nos va de ojo que un semióforo es cualquier objeto al que atribuimos un significado, más allá de su representación física. La mascarilla nos protege frente a un virus, pero también oculta significados implícitos en función de quien la observa.

Semióforos, concepto acuñado por el filósofo Krzysztof Pomian, que son todas las representaciones, objetuales o artísticas, que definen una posición ante la vida, enuncian proyectos u objetivos o la voluntad de ser o hacer de una determinada manera como señaló el semiótico Paulo Fabri. Semióforos son, por ejemplo, los libros, los tatuajes, los maquillajes o los eslóganes publicitarios.

Semióforo es también, como señaló en uno de sus últimos artículos el semiólogo Jorge Lozano, el dato, los datos que generamos en nuestro deambular por las redes digitales, que son el ladrillo sobre el que se fabrica el capitalismo de vigilancia, según la socióloga Shoshana Zuboff. Desde esta óptica vivimos en un mundo lleno de semióforos, que nos interpelan a bucear para conocer las tendencias de fondo del momento presente actual, que expresan de manera oculta e implícita. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que hay personas que reaccionan emocionalmente contra aquellas normas que no les gustan porque interpretan como un atentado a su libertad individual.

Reacción, denominada reactancia, que puede ir desde el mero enfado a la rebeldía o, incluso, la agresividad contra la norma o la tendencia social que, en su opinión, limita su derecho a conducir la vida de la manera que quiera.

Reactancia que olvida que vivir en sociedad significa dejar a un lado el individualismo, cuando se adoptan normas que son un bien objetivo, y necesario, para el conjunto social. Individualismo que se ve estimulado por un capitalismo salvaje que incentiva la competitividad y el yo, frente al nosotros. De este modo se genera un caldo de cultivo donde crece la desigualdad y donde los pobres y menestrales son invisibles, incluso despreciados, por quienes tienen dinero para hacer lo que les da la gana que actúan de manera reactante, con un poso psicológico clasista, que les convierte en exaltados contra todas aquellas medidas que interpretan que atentan contra su visión del mundo y de la vida. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que prolepsis y analepsis son dos conceptos que expresan la ruptura de la secuencia temporal, y definen dos posiciones ante la vida: los que anticipan el futuro, y los que viven en el pasado.

La prolepsis es una anticipación mental de lo que aún no ha sucedido; y la analepsis es la alteración del presente por una constante visión retrospectiva del pasado.

Ambos son recursos creativos para la literaria, el cine o la producción audiovisual porque dan fuerza y significado a la historia que se cuenta, pero fuera de este marco, también son usados de manera espuria por la clase política. Anticiparse a lo que aún no ha sucedido, para justificar un negro vaticinio sobre el futuro, es una vieja arma disruptiva para invalidar el mensaje del contrario. Del mismo modo que embarrar el presente con la permanente idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor, es una manera de cerrar las mentes a cualquier cambio que acabe con las diferencias de clase o tradición. En este deambular entre agoreros de los siete males, y añorantes de un pasado imaginario, que no existió, se desenvuelve la vida, turbando las mentes de aquellos a los que se quiere salvar. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que a todos nos molesta y encocora, el no poder recuperar hechos recientes como un dato, un nombre, una cara, el último sitio donde lo pasamos bien.

Esta incapacidad para almacenar en la memoria hechos recientes se denominada amnesia anterógrada, que no tiene por qué ir necesariamente asociada a la amnesia retrógrada referida a los recuerdos del pasado.

Amnesia anterógrada que es común en la madurez, y más en edades provectas; con la que no debemos de obsesionarnos porque, por regla general, al cabo de unas horas o días lo olvidado se recuerda. Solo en los casos graves, la amnesia anterógrada impide la formación de nuevos recuerdos o almacenar información nueva para recuperarla a largo plazo. No es un problema de percepción, dicen los expertos, por lo que la mejor forma de paliar su impacto, es asociar aquello que no queremos olvidar, a un hecho físico o emocional que, por su valor significativo, nos permita recuperar ese recuerdo reciente cuando nos sea necesario. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que la erotomanía es un delirio anclado en la creencia de que otra persona está enamorada de quién padece esa paranoia, a la que se idealiza desde un punto de vista romántico y místico, más que sexual.

Convicción delirante que ancla en la creencia de que existe una conexión especial con esa otra persona, a la que se persigue y acosa para que corresponda a ese amor en la misma proporción que, de no ser correspondido, genera despecho y rencor que trasmuta ese amor idealizado en odio.

Comportamiento delirante que en su grado superlativo pasa del acoso, del insulto o de las amenazas en las redes sociales, a la agresión física. Paranoia que está presente en otras esferas de la sociedad, como en la violencia machista que se ejerce contra las mujeres, o cuando nos obsesionamos en la creencia de nos merecemos algo que no conseguimos porque otra persona no nos lo concede. O cuando queremos que las cosas sean como a nosotros nos gusta, y nos obsesionamos para imponer nuestra creencia que conduce a reblandecer nuestra mente y, directamente, a la estigmatización, el insulto y la vejación de aquel que consideramos que está impidiendo la consecución de un deseo imposible. ¿A qué nos recuerda esto? ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que las muchas horas que pasamos delante de las pantallas repercute de manera especial en los más jóvenes debilitando su capacidad de pensamiento, según los últimos estudios sobre su impacto en la educación.

Es el denominado efecto Cinesfera, porque las imágenes que ven en las pantallas beben del lenguaje cinematográfico, que busca el impacto visual que debilita el pensamiento crítico y creativo.

Frente a la Cinesfera, las metodologías pedagógicas más avanzadas contraponen la Cinesofía, que toma el cine como vía para hacer pensar y desarrollar capacidades filosóficas y analíticas, que estimulen el pensamiento en los más jóvenes. Cinesofía que propone una lectura filosófica de las imágenes, mediante una metodología que las conecta con la educación. Lectura filosófica que despierta el interés por averiguar el trasfondo de los que ven en imágenes y su significado, más allá del entretenimiento que les procura. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo el crecimiento exponencial en el consumo de ansiolíticos y de barbitúricos, reflejo del desequilibrio mental en el que caen muchas personas, agobiadas por la exigencia de las sociedades modernas.

Exigencia para cumplir con un determinado modelo en todos los órdenes de la vida: hay que conocer al dedillo la actualidad, hay que ser el mejor padre, la mejor pareja, competente y competitivo en el trabajo, dominar las nuevas tecnologías, y así un sinfín de exigencias que nos hacen dudar sobre quienes somos o nuestra capacidad para dar la talla.

Exigencia abrumadora que puede derivar en un sentimiento de impotencia desquiciante que devalúe nuestra autoestima. Resultado: una sociedad de ciudadanos exigidos por una dinámica que se mueve a una velocidad inmanejable, donde no dejan de pasar cosas de una gravedad que los medios de comunicación magnifican, asustándonos, porque nos hace dudar de un futuro estable. Sociedad aturdida en la que no dejan de pasar cosas y en la que es muy difícil encontrar momentos para pararse y reflexionar, y mucho menos para quien no tiene tiempo ni recursos, porque tiene que buscarse la vida a diario. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo la confirmación de que, al morir, la mente recupera los mejores momentos de nuestra vida gracias a las ondas cerebrales Gamma, tal y como se afirma en el artículo titulado “Fronteras en la neurociencia del envejecimiento”, publicado por un grupo internacional de neurocientíficos, que afirman haber registrado la actividad cerebral de un paciente en el momento de la muerte; y comprobar que las ondas Gamma siguen actuando en los 30 segundos previos y posteriores a la parada del corazón, con la misma actividad que cuando recordamos, soñamos o meditamos.

Ondas Gamma que son fundamentales para el proceso de la información y extraer recuerdos de la memoria que, al haber sido grabadas, les lleva a concluir que, en ese momento final, el cerebro podría estar recordando los momentos más importantes de nuestra vida. Un descubrimiento que abre la puerta a la pregunta de: ¿cuándo se produce, por tanto, la muerte efectiva?, y da pábulo a la otra cuestión de dar crédito, o no, a la creencia de muchas personas de que mi yo pervive una vez fenece el cuerpo físico. Preguntas y dudas a las que dará luz, sin duda, la neurociencia en no muy lejano tiempo. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que el mero hecho de viajar o residir en otros lugares no nos convierte en mejores personas ni en más inteligentes, pues eso depende de nuestra capacidad de raciocinio y empatía hacia los demás.

Sin duda que viajar amplía la mente, porque nos aporta nuevos referentes sociales y culturales que convertimos en conocimiento, cuando los integramos en otros contextos culturales y sociales. Referentes que nos sirven también para enjuiciar con mayor equidad nuestra propia realidad y cultura.

Aprendizaje de la vida en el que viajar, por lo tanto, no es nada más que un elemento más, ni siquiera el más importante, pues empezamos a aprender de la de vida cuando llegamos a este mundo, y especialmente cuando salimos de nido familiar y nos sumergimos en ella, en virtud de nuestra ansia y deseo por saber y conocer más. Conocimiento que, por tanto, no es una sumatoria de los viajes que hemos hecho, sino de la actitud que hemos desarrollado en cada lugar en el que hemos residido, sea esta nuestra casa o cualquier lugar del planeta. ¡Que no se te vaya de ojo!

Se nos va de ojo que enjuiciar nuestra propia vida o la de los demás por su capacidad económica, convierte quién así actúa en lo que los economistas llaman: un idiota social.

Según el modelo económico de elección racional (el MER), que utilizan para analizar los procesos económicos, las personas siempre actuamos para maximizar el beneficio que garantice nuestra poltrona de comodidad.

En este sentido, respondemos al patrón económico de buscar siembre lo bueno o menos malo, y reducir los costes y los riesgos. Lo que los economistas llaman el auto-interés, que convierte a las personas en tontos racionales desde el punto de vista social. Se olvida así que las personas tenemos independencia de pensamiento, libertad y capacidad emocional para elegir otra línea de conducta, que no ponga por valor supremo la economía, y si otros intangibles vitales como son: la emoción, el sentimiento, el amor, el cariño, la empatía, el saber y el conocimiento que amplían nuestra mente y nos hacen sentir a gusto con nosotros mismos, por encima del beneficio contable. Por eso, lo errático y perverso del PIB, que solo mide lo que tenemos y no quienes somos y cómo vivimos. ¡Que no se te vaya de ojo!