El mejor lugar en el que podemos estar es al abrigo de Dios. Sin importar nuestras condiciones físicas o geográficas, si habitamos bajo la sombra del Todopoderoso, todo lo demás es secundario.

Cuando enfrentamos la vida creyendo que la cantidad de recursos que tenemos a nuestra disposición son suficientes, acabaremos frustrados. La clave no está en el número, sino en el temor de Dios.

Cuando se trata de nuestra relación con el dinero, casi siempre sacamos a relucir nuestros verdaderos colores o verdadero carácter. Dios siempre ha querido enseñarnos a ser dadivosos, y el diezmo es apenas un décimo de agradecimiento por todo lo que Él nos da.

Todos tenemos tesoros a los que nos sentimos apegados, pero su valor terrenal no se compara con el valor celestial que obtienen una vez que los entregamos en consagración a Dios.

A diferencia de nosotros, que no siempre mantenemos nuestra palabra y quebrantamos los pactos que hacemos, Dios siempre permanece fiel a Su palabra. Su fidelidad no tiene ni tendrá comparación.

Aunque nos toque pagar serias consecuencias por ignorar a Dios y su palabra, si nos arrepentimos y confesamos nuestro pecado, el Señor es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad.

A algunos les gusta la sensación del temor en dosis pequeñas o de forma controlada, pero a nadie le gusta ser controlado por el temor o el miedo. Eso es lo que le pasaría al pueblo de Israel por su desobediencia, el miedo los controlaría.

Aún en medio de las consecuencias de nuestra desobediencia, Dios está obrando Su perfecta voluntad. El Señor siempre obrará Su justicia, y siempre cumplirá Su palabra.

Las situaciones más difíciles, más tristes, más desesperantes se viven sólo cuando sacamos a Dios de nuestras vidas, y hacemos nuestra voluntad. La obediencia siempre será mejor que el sufrimiento. Y el sufrimiento siempre se vive mejor, si andamos en obediencia.

Ninguno de los sufrimientos por los que podamos pasar en este mundo son consecuencias de nuestra obediencia a Dios, sino el resultado de nuestro propio pecado y rebeldía. No obstante, Dios nunca nos ha dejado solos y podemos tener esperanza en Cristo Jesús.