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En esta entrevista, Jorge Pedro Uribe, cronista y escritor, nos invita a mirar la Ciudad de México y sus historias desde una perspectiva profunda y cotidiana. A través de anécdotas, referencias históricas y ejemplos de la vida diaria, Uribe desmenuza la riqueza de la capital mexicana, no solo como un centro de poder y cultura, sino como un mosaico de barrios, pueblos originarios y migraciones que la han nutrido durante siglos.
Uribe destaca la importancia de la crónica urbana como un ejercicio de observación y escucha activa, donde el valor está en los detalles: los olores, los sabores, las voces y las costumbres que conforman la identidad de la ciudad. Nos recuerda que todos podemos ser cronistas si aprendemos a registrar lo que vivimos y sentimos, y que la memoria colectiva se construye a partir de las historias de personas comunes, no solo de los grandes acontecimientos.
Entre los aprendizajes que podemos aplicar en nuestra vida diaria, Uribe subraya la necesidad de mirar nuestro entorno con curiosidad y respeto, de escuchar a quienes nos rodean y de valorar la diversidad que nos conforma. Nos anima a salir de la nostalgia y a poner atención al presente, a reconocer la grandeza en lo cotidiano y a entender que la ciudad —y por extensión, cualquier comunidad— se mantiene viva gracias a la participación y el testimonio de sus habitantes. Así, la crónica se convierte en una herramienta para fortalecer la identidad, la empatía y el sentido de pertenencia.
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En esta entrevista, Jorge Pedro Uribe, cronista y escritor, nos invita a mirar la Ciudad de México y sus historias desde una perspectiva profunda y cotidiana. A través de anécdotas, referencias históricas y ejemplos de la vida diaria, Uribe desmenuza la riqueza de la capital mexicana, no solo como un centro de poder y cultura, sino como un mosaico de barrios, pueblos originarios y migraciones que la han nutrido durante siglos.
Uribe destaca la importancia de la crónica urbana como un ejercicio de observación y escucha activa, donde el valor está en los detalles: los olores, los sabores, las voces y las costumbres que conforman la identidad de la ciudad. Nos recuerda que todos podemos ser cronistas si aprendemos a registrar lo que vivimos y sentimos, y que la memoria colectiva se construye a partir de las historias de personas comunes, no solo de los grandes acontecimientos.
Entre los aprendizajes que podemos aplicar en nuestra vida diaria, Uribe subraya la necesidad de mirar nuestro entorno con curiosidad y respeto, de escuchar a quienes nos rodean y de valorar la diversidad que nos conforma. Nos anima a salir de la nostalgia y a poner atención al presente, a reconocer la grandeza en lo cotidiano y a entender que la ciudad —y por extensión, cualquier comunidad— se mantiene viva gracias a la participación y el testimonio de sus habitantes. Así, la crónica se convierte en una herramienta para fortalecer la identidad, la empatía y el sentido de pertenencia.
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