El presidente de Francia, Emmanuel Macron, acusó a Elon Musk, futuro integrante del Gobierno de Donald Trump, de apoyar a "una nueva internacional reaccionaria" y de interferir en las elecciones en Alemania. Macron, el mismo que interfirió en las elecciones de Moldavia, Georgia y Rumania, entre otros, incluso con graves amenazas.
El pasado 20 de diciembre, Elon Musk posteó en su cuenta de X: "Solo la AfD puede salvar a Alemania". Esto desató la ira de quienes todo el tiempo están interfiriendo en las elecciones de países tales como Georgia, a la cual han amenazado primero y castigado después, manipulando los resultados, como en Moldavia, y hasta llegando al punto de anular las elecciones en Rumania. Todo, bajo su sempiterno embuste, que ya nadie cree, de la 'interferencia rusa', cuando en realidad son ellos quienes interfieren.
Pero cuando alguien, en este caso como Elon Musk, tan solo se atreve a dar una opinión, poco les falta a los países europeos para sancionarlo, entre otras medidas. Uno de los que saltó fue, nada más y nada menos, que Macron, quien surfea entre delirios de rey y de nuevo Napoleón. "Hace diez años, si nos hubieran dicho que el dueño de una de las redes sociales más grandes del mundo apoyaría una nueva política internacional reaccionaria e intervendría directamente en las elecciones, incluso en Alemania, ¿quién lo hubiera imaginado?", se atrevió a decir Macron al referirse al apoyo de Musk al partido alemán AfD.
El analista internacional Marcelo Ramírez advierte que la perspectiva del Occidente colectivo, en este caso de Macron, es "depende de quién sea el candidato". "Si el candidato es 'el que nos gusta', siempre que gane una elección será válida, y si la gana el opositor será inválida, y entonces ‘haremos todo lo posible para interferir en eso'. Ya lo vemos en Rumania, en Georgia. Lo vemos prácticamente en cada país que hay elecciones donde la Unión Europea, y entre ellos la voz de Macron, define si los candidatos son 'potables', o no. Las interferencias son constantes, pre y post electoral", subraya el experto.
La portavoz de la Cancillería rusa, María Zajárova, reaccionó a Macron en su canal de Telegram. "Es decir, cuando la misma red social se llamaba Twitter y se utilizó directamente no solo para interferir en las elecciones, sino también para organizar 'revoluciones de colores' y la 'primavera árabe' [en esencia, cambios de régimen en varios países], París no solo no se preocupó, sino que avivó activamente las llamas y apoyó esos procesos. Ni siquiera le importó que esto desencadenara más tarde la migración de cientos de miles de refugiados a Europa, incluida la Quinta República, lo que desencadenó un aumento sin precedentes del extremismo y el terrorismo".
Zajárova añadió: "Seamos sinceros: los acontecimientos de Egipto y Túnez todavía se denominan 'revoluciones de Twitter'. Por cierto, [Mark] Zuckerberg no se quedó atrás con su plataforma durante esos acontecimientos. París tampoco puso objeciones a la promoción abierta de la rusofobia en Twitter, a los llamamientos a matar rusos o a la 'cancelación' de la cultura rusa. (…) Pero ahora, después de que la red social haya cambiado de nombre y de que su orientación política haya cambiado, ¿se ha convertido de repente en un motivo de preocupación? Se trata precisamente del 'orden mundial basado en reglas' que tan ardientemente promueve el liberalismo occidental. Es extraño que a Macron no parezca gustarle vivir según las mismas reglas que ha defendido durante tantos años".
"Yo creo que Zajárova ha sido muy acertada en la cuestión de cómo describe las 'normas de la comunidad', que son esas cosas 'misteriosas' que solo sirven para fijar una única voz, una sola mirada sobre las posiciones políticas que se deben tener", concluye Ramírez.