Han pasado 30 años desde que las tropas serbias mataron a más de 8.000 bosníacos en el municipio de Srebrenica. Hoy, miles de personas les rinden homenaje en una Bosnia que sigue sin superar sus heridas frente a un persistente negacionismo serbio.
“Sucedió lo peor. Para mí y mi familia, la familia de cuatro ha sido dividida por la mitad. Mi hijo y mi esposo fueron asesinados, solo mi hija y yo seguimos vivas”, cuenta Fadila Efendić. Ella explica cómo durante semanas iba por las fosas buscando el cuerpo de sus seres queridos, sin suerte alguna.
Ćamil Duraković tenía 16 años cuando huyó a las montañas escapando de las tropas serbias: “Estábamos todos los días bajo la presión de los ataques de los serbios, que capturaban y se llevaban a la gente. El primer día, perdí a mi tío y a sus dos hijos. Y todavía hoy, 30 años después, siento que sigo corriendo”, dice.
Ellos no son los únicos, casi todos en Srebrenica tienen historias de aquel mes de julio de 1995, cuando las tropas serbias dirigidas por Ratko Mladić entraron en este municipio al este de Bosnia cercano a la frontera con Serbia. Allí atraparon a la mayor parte de los bosníacos (de confesión musulmana), los mataron y los arrojaron en fosas comunes. Más de 8.300 personas perdieron la vida en pocos días.
“El batallón [holandés] estaba del lado de Mladić”
En ese momento, Bosnia llevaba tres años de conflicto armado que enfrentaba a las fuerzas serbias contra diferentes facciones bosnias y croatas, pero Srebrenica se consideraba una zona desmilitarizada y albergaba un batallón de la UNPROFOR, las fuerzas de Naciones Unidas que debían velar por el alto el fuego.
Los encargados de salvaguardar la seguridad de las alrededor de 30.000 personas que se refugiaban en esa ciudad, era el batallón holandés Dutchbat III, que contaba con unos 400 cascos azules. Unos soldados que, como lo expresaría en su condenó el tribunal internacional de La Haya, "entregarían" a las tropas de Mladić, unos 350 bosníacos que se refugiaban en su base.
Fadila Efendić, quien fue una de las fundadoras de las Madres de Srebrenica, la organización que representa a las víctimas de Srebrenica y la que llevó a los tribunales al batallón holandés, enfatiza que “la ONU es responsable y culpable de que el batallón holandés no actuara, de que no nos protegiera. Si hubieran tenido la voluntad de protegernos, habrían enviado refuerzos a los soldados holandeses. [Los holandeses] se pusieron del lado de los Chetniks —tropas serbias—, y nos dejaron en sus manos para que hicieran lo que quisieran”.
Para Duraković, “el batallón estaba del lado de Mladić y esa historia no puede ser borrada. Todo lo que concierne al batallón holandés es una mala experiencia para nosotros. [Las pintadas encontradas en las paredes de sus cuarteles] son el mensaje que nos dejaron”. En esas pintadas se leen expresiones racistas que los soldados holandeses escribieron sobre los bosnios durante su tiempo en Bosnia.
“Los que tenemos hoy es negación”
El genocidio de Srebrenica sería la última masacre que las tropas serbias realizarían en Bosnia. El conflicto se acabaría ese mismo año con la firma de los Acuerdos de Dayton, los cuales dividieron el país en dos entidades: la Federación Bosnia y la República Srpska. Hoy, Ćamil Duraković es un político independiente que se ha convertido en vicepresidente de la República Srpska y denuncia el negacionismo de esta entidad al genocidio: “Lo que tenemos hoy es negación. Negación de las autoridades oficiales de la República Srpska, que siguen sin aceptar los hechos del pasado. Y cuando no aceptas la verdad, es muy difícil reconciliarse”, afirma.
Y es que, aunque en 2004, el TPIY (Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia) reconoció oficialmente los crímenes cometidos en Srebrenica como genocidio, y en 2007 la Corte Internacional de Justicia (CIJ) lo confirmó, la República Srpska continua no reconociendo que los crímenes cometidos en Srebrenica fueron graves. Aseguran que no se trató de un genocidio y que el uso del término es un intento de criminalizar al pueblo serbio.
Sin embargo, y a pesar de esto, el pasado año, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó una resolución por la que se establece que cada 11 de julio, es el día anual para recordar este genocidio. “Desde el principio, se trató de demostrar la verdad y la justicia, de abrir las fosas comunes, de identificar a nuestros seres más queridos, de darles un entierro digno de un ser humano. Y, en particular, un gran logro fue la creación del centro conmemorativo, gracias al cual ahora se sabe dónde está el cementerio, desde dónde partieron y adónde regresaron, aunque lamentablemente en ataúdes. Y aún queda mucho por hacer: los criminales de guerra deben ser encontrados e identificados”, explica Efendić.
Viviendo con el recuerdo
Han pasado 30 años desde el genocidio de Srebrenica y desde el fin de conflicto en Bosnia. Tres décadas en las que la población ha seguido adelante con el recuerdo de las masacres y con un país que sigue funcionando bajo las directrices de los Acuerdos de Dayton, los que para Duraković “no son una solución justa para este país […] nadie en este momento vive según Dayton. Tenemos la Constitución y el sistema de Dayton, pero todo el mundo actúa de forma diferente”.
Este 11 de julio de 2025, miles de personas llegaron al memorial del genocidio, donde fueron enterrados los siete cuerpos identificados este año. De las más de 8.300 víctimas del genocidio, aún quedan más de mil sin localizar. Porque aunque hayan pasado 30 años, Bosnia y sus ciudadanos siguen viviendo con el trauma de sus recuerdos.